Se les conoce como "gargantas profundas". Arriesgan sus vidas por filtrar información crucial y secreta de los grandes poderes mundiales. Actúan desde la sombra, hasta que son descubiertos y van a por ellos. Han puesto el mundo patas arriba, en jaque a los gobernantes y sus decisiones no siempre legales y morales.

El primero es Hervé Falciani. Informático suizo que robó cuentas al banco HSBC y reveló la existencia 130.000 evasores fiscales en la zona euro, más de 300.000 millones de euros blanqueados. Suiza pide su extradición por vulneración del secreto bancario, pero España le protege por su gran ayuda. Tiene cientos de fans a los que escribe cartas, pero muchos más enemigos, y muy poderosos. Desde que salió de prisión no pisa la calle sin chaleco antibalas, sus 8 escoltas, gafas y barba postiza. La única solución que le han ofrecido es volver a nacer: un cambio de identidad completo.

El segundo es Julian Assange. Fundador de Wikileaks. Encargado de publicar cientos de miles de documentos clasificados, más que toda la prensa mundial junta. Afectan a todo el globo terráqueo, pero los más embarazosos apuntan al Pentágono. El cruel ataque aéreo en Bagdad el 12 de julio de 2007, los abusos de la guerra de Afganistán… Por eso, Estados Unidos es su principal enemigo.

Argumentan que pone en peligro la vida de muchas personas. 120 agentes trabajan a diario para intentar frenar sus filtraciones. Sarah Palin pidió a Obama que persiguiera a Assange con la misma contundencia que a Al-Qaeda. El asesor del primer ministro canadiense pidió su asesinato. Le han intentado atrapar acusándole de cientos de delitos informáticos. Ante el fracaso, Suecia le ha acusado de dos delitos de violación y pide su extradición en medio de juicios con muchas irregularidades.

Es en Internet, donde esta garganta profunda tiene su coraza: ha distribuido un archivo cifrado enorme con documentos secretos mucho más comprometedores que los conocidos hasta ahora. Si le ocurre algo, los escándalos inundarán el mundo.

Y, el último: Edward Snowden. Extrabajador de la CIA. Filtró a los diarios 'The Guardian' y 'The Washington Post' que el gobierno americano espía de forma masiva a sus ciudadanos a través de Internet y las redes sociales. La última vez que se supo de él, pedía asilo político a cualquier país desde la habitación de un hotel en Hong Khong. Estados Unidos quiere su extradición a China para condenarle a muerte.

Pero Snowden, como el resto de gargantas profundas, no se arrepiente. Son seres entregados a la libertad de expresión, a la verdad. Héroes o villanos, que nunca más respirarán tranquilos.