Victorino y Cristina se enamoraron hace 8 años. Ella era catequista, él sacerdote y lo que empezó como una amistad acabó conviertiéndose en amor. "Poco a poco iba naciendo algo que se parece menos a una amistas y al final acabamos identificándolo".

Enseguida se dieron cuenta de que la situación no casaba con la doctrina de la Iglesia. Por eso Victorino abandonó el sacerdocio. "Yo cuando me case asumí la norma de la Iglesia y no puedo ser un cura que atiende a una parroquia, no porque yo no lo quiera", cuenta Victorio, respaldado por las palabras de Cristina: "Fue una alegría mitigada porque yo tambien sabia lo que él dejaba atrás y el futuro que era incierto".

Y ahora después de varios papados en los que estaba prohibido hablar de ello, sale el papa Francisco y dice esto: "No siendo un dogma de fe, la puerta siempre está abierta". Para Victorino como para miles de hombres en España se ha abierto una puerta por la que desde hace tiempo se han colado ya muchos. La mayoría realiza las mismas funciones que un cura aunque las diócesis se niegan a hablar de ello. "Si la ley cristiana es la ley del amor por excelencia, no entiendo por qué se reprime el amor".

El celibato se aprobó en el año 1.139 aunque ni Jesús ni el Evangelio nunca hablaron de ello. La principal razón para imponerlo fue económica. De esta manera las herencias pasaban a la Iglesia y no a la mujer del sacerdote. "Un problema que debía haberse solucionado hace tiempo, es una herida que sigue ahí y se infecta, está cada vez peor", afirma Victorino.

Una herida que decenas de miles de personas en todo el mundo esperan que se cure pronto.