46 años tiene el príncipe, seis más de los que tenía su padre cuando llegó al trono. Aun así el príncipe Felipe lleva más de cuatro décadas preparándose. En concreto, durante sus tiempos de estudiante, los viernes eran su día D, un día a la semana en el que simulaba las ocupaciones del cargo: concedía audiencias, iba a los actos oficiales, preparaba discursos. Ahora, poco a poco, su agenda cada vez está más llena.

Con un presente un tanto renqueante a veces, el manido taller ha obligado al príncipe a hacer las veces de antes de tiempo. Aun así, ya saben, nunca sustituye al Rey, solo le representa. Una especie de parche ante la ausencia de norma.

La Casa Real nos insiste en que no hay hoja de ruta. Se agarran a una inexistente ley de abdicación y una vez más nos remiten a este artículo de la Constitución en el que cualquier cambio se resolverá por ley orgánica.

En apenas cinco artículos de la Constitución se resuelve todo lo que concierne a la Corona. Desde las funciones que sí o sí tendrá el rey, recogidas en estos trece puntos, hasta las escuetas referencias a la Reina consorte y los sucesivos herederos.

De entrada, y el Príncipe es prueba de ello, prima el varón en la línea de sucesión. Pero por ahora viendo a Leonor y Sofía solo sería factible imaginar a una Reina de España. Aunque Casa Real aseguran está a día de hoy únicamente centrada en la llamada Operación Don Felipe. En ir, poco a poco, llevándole hasta un primer plano.

Y, sobre todo, en mantenerlo en una especie de burbuja a salvo de ondas expansivas. De momento las encuestas van a su favor, más allá de cacerías, imputaciones y hasta los pasos de otras realezas. El llamado "efecto Beatriz de Holanda" tras abdicar en su hijo chocó con la contundencia del Rey.

La propia Doña Sofía lo avisó hace cinco años: ni el rey estaba cansado ni el Príncipe impaciente. Pero, ya decimos, han pasado cinco años. Después de todo, si una frase se repite en esta monarquía constitucional es aquella de "cuando llegue el momento".