El conductor ya llegó, ese conductor es Joan. No es un profesional y no ofrece una carrera tradicional. Joan trabaja para Uber, un servicio recién implantado en Barcelona que permite contratar traslados en coches particulares gracias al móvil, para disgusto del taxi de toda la vida.

Ante las críticas, Uber responde, no hay motivo para no darle luz verde a sus conductores, que son sometidos a una criba. Pero hay ciudades en las que no tienen un concepto tan fraternal de Uber.

En Bruselas lo han prohibido, para disgusto de la comisión Europea. Un taxi que ve como Uber se expande por el mundo ofreciendo desde berlinas a barcos con un accionariado que tiene dos viejos conocidos.

Pero por bien que suene, su encaje en nuestra legislación chirría. Los taxistas piden su supresión en Barcelona, conscientes de que donde haya un Smartphone puede haber un cliente perdido.