Hace un mes, Angela Merkel defendía que la ultraderecha no podía tener cabida en una Europa democrática. Pero lo cierto es que la Alemania de la canciller, a la que el fascismo arrastró a la guerra, es una  de las pocas regiones europeas donde la ultraderecha pierde fuerza.

En Grecia, Amanecer Dorado, que comparte grito de guerra con las SS hitlerianas, Sangre y honor, consiguió multiplicar por 18 sus votos en tan sólo tres años, llegando al 7% en las últimas elecciones. Sus diputados, no dudan en llegar a las manos con sus contrincantes políticos. El último enfrentamiento, con una diputada comunista.

La patria de la igualdad, Francia, también asiste a un resurgir de la ultraderecha. En las calles, ese empuje se traduce en un violento rechazo al matrimonio homosexual y en xenofobia.

"Hay sesenta millones de musulmanes, además de otros inmigrantes. Un gran sector de la población que pone en peligro la supervivencia", sentenciaba Marine Le Pen.

En el parlamento francés, precisamente el Frente Nacional, de Marine Le Penn, podría convertirse en la primera fuerza política del país en las elecciones europeas del próximo año.

Mientras, Noruega tardará en olvidar la matanza de la isla de Utoya, en la que perdieron la vida 77 personas en 201. Su orgulloso autor confeso, Anders Breivik, atacó un campamento organizado por las juventudes socialistas del país. Hoy el partido de extrema derecha del que formó parte hasta 2006 está a punto de entrar en el gobierno del país.

En Hungría, queman banderas europeas y más que euroescépticos, son eurófobos. El Jobbik, la tercera fuerza política de Hungria, ha entrado en el parlamento Europeo y vive obsesionado por echar a los gitanos de su país.

También los londinenses comparten su aversión por la Unión con sus colegas húngaros y la extrema derecha británica pisa fuerte en las urnas. Su ascenso imposibilitará una nueva mayoría absoluta de los conservadores en la cámara de los comunes.

En general, irrumpen en las calles por la fuerza y en los parlamentos legitimados por las urnas. La extrema derecha despierta en una Europa temerosa de repetir viejas pesadillas.