Barraca fue uno de los primeros lugares en los que arraigó con fuerza el fenómeno de la Ruta del Bakalao. Un lugar alejado de la gran ciudad, pero dispuesto a ser el corazón de una nueva revolución cultural. El espíritu que irradiaba esta discoteca era tan potente que le cambió la vida a la periodista Cristina Tárrega. "La primera impresión que me dio cuando entré... me cambió completamente el concepto. Pasé de ser una niña pija a abrir la mente", asegura en 'Pongamos que hablo de...', la serie documental conducida por Iñaki López.

"Barraca tenía de todo. Había una parte en la que podías estar charlando, tomándote una copa y fuera. Otra en la que había caballitos de estos de montarte. En otros había orquestas, teatros...", recuerda Cristina Almeida. Para José Manuel Casañ, cantante de Seguridad Social, este local era uno de sus favoritos. "Podía hacer sesiones de pinchar a los Sex Pistols, a Iggy Pop, a The Police, a los Ramones... y luego hacer música electrónica, que es cuando aprovechábamos los rockeros para ir a beber al bar de enfrente".

Este tipo de discotecas marcaron tendencia en nuestro país, tal y como indica Toni Cantó. "Ahí empezó algo. Empezaban las performances, las actividades artísticas, de baile, de transformación, de personajes alucinantes", relata.

La discoteca estaba dispuesta por dos espacios: una barraca (la casa tradicional valenciana) y una carpa de circo, "que tenía figuras de feria, focas...". "Aún aumentaba más la sensación de estar en una situación diferente a la realidad. Aglutinó a mucha gente del pueblo, que eran los modernos del pueblo", describe Joan M. Oleaque, periodista y autor de 'En éxtasis'.

"Servía para que las personas LGTBI saliesen de sus pueblos y pudieran divertirse. Era como una forma de huir de los cuchicheos de las miradas, de los cuchicheos que podían sufrirse en tu propio pueblo", asegura la periodista Valeria Vegas.