La Alergología es una ciencia relativamente joven, lo que a veces conlleva cierta desinformación en la sociedad sobre estas enfermedades. Según la Dra. Pilar Cots, alergóloga del Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo, "cuando en la consulta de alergia los especialistas diagnosticamos una alergia a los ácaros, nos solemos encontrar con reacciones variadas por parte del paciente. La mayoría ya conoce que los ácaros son 'unos bichitos feísimos que no se ven pero que existen', y les preocupa especialmente cómo poder convivir con ellos sin tener síntomas de alergia." Es necesario desmontar los mitos que existen sobre la alergia a los ácaros:
- La alergia a los ácaros no es peligrosa y hay que acostumbrarse a vivir con ella. La realidad es que la alergia a los ácaros puede afectar a la salud de diferentes formas, alterando la calidad de vida de las personas que la sufren. Dentro de estas alteraciones se pueden producir reacciones importantes, como episodios de asma severos, de difícil control. Es una alergia que debe tomarse en serio.
- Aunque tengo alergia a los ácaros puedo tener animales de compañía en casa sin problemas. Todo lo contrario, es preferible no tener mascotas de pelo ni pluma en casa de una persona alérgica a los ácaros del polvo, ya que éstos se alimentan de restos procedentes de humanos y de animales (escamas, pelo, etc.), lo cual ocasiona que la población de ácaros sea mayor mientras más personas y animales haya dentro de la vivienda.
- El polvo que viene de la calle y el que se produce en las obras también causan alergia a los ácaros. Para que los ácaros puedan sobrevivir necesitan unas condiciones de vida especiales: nada de sol ni sequedad. La temperatura ha de rondar los 22ºC y la humedad tiene que ser muy elevada (alrededor del 70%). Prefieren sitios oscuros, cerrados y húmedos, por lo que sólo sobreviven en el interior de las viviendas que tienen estas condiciones. No existen ácaros en el polvo de la calle, ni en el que se levanta en la arena ni en el de las obras. Este tipo de polvo puede producir síntomas respiratorios por su efecto irritativo directo, pero no a través del sistema inmunológico, como en el caso de la alergia a los ácaros.
- La alergia a los ácaros predomina en otoño y primavera. Al necesitar ambientes húmedos siempre decimos que el otoño y la primavera son las peores épocas debido a que son las más húmedas y lluviosas; pero lo cierto es que el alérgico a ácaros puede estar mal en cualquier estación del año si se dan las condiciones ambientales necesarias. Un invierno lluvioso será peor que un otoño seco. Una habitación mal ventilada, con animales, o con problemas de humedad será un nido constante de ácaros. Además, aunque el número de ácaros muestre fluctuaciones durante el año, las partículas alergénicas producidas por ellos pueden permanecer tiempo en el ambiente, por lo que los síntomas suelen ser perennes.
- La alergia al polen en primavera produce más problemas respiratorios que la alergia a los ácaros. Esto es falso. La realidad es que la sensibilización a los ácaros es más importante para el desarrollo de asma que la sensibilización a los pólenes. Los pólenes predominan en épocas muy determinadas del año y sólo en exterior, por lo que el tiempo que los respiramos es menor en comparación con el polvo de casa. En algunas regiones de nuestro país, la sensibilización a los ácaros afecta a más del 30% de la población y al 90% de los asmáticos.
- Las normas de prevención ambientales evitan la alergia a los ácaros. Los ácaros son habituales en nuestras casas y su presencia es imposible de eliminar totalmente a pesar de extremar las normas de limpieza. Los estudios demuestran que la aplicación de las medidas de prevención sí pueden ser beneficiosas sobre la aparición y la gravedad del asma pero, en cambio, no parece que sean muy útiles para retrasar o prevenir la aparición de la sensibilización de alergia a los ácaros en una persona previamente no alérgica.
- Las alergias no se curan. Mucha gente cree que una vez que aparece la alergia es imposible curarla, razón por la cual suponen que deberán soportar sus ataques de forma crónica durante su vida. Afortunadamente, hoy en día esto no es así ya que los alergólogos disponemos de tratamientos eficaces para controlar los síntomas, evitar la evolución de la enfermedad e incluso disminuir la sensibilización existente, como es el caso de la inmunoterapia o vacunas para la alergia. Las vacunas son el único tratamiento capaz de modificar la evolución de la enfermedad alérgica; su porcentaje de éxito es alto si se escoge bien el paciente y la vacuna que se va a administrar. Por este motivo es muy importante que sea un médico especialista quien las prescriba.
Nos podríamos quedar con una realidad que engloba a todas las demás: en las enfermedades alérgicas, cuanto más rápido se llegue al diagnóstico y se inicie el tratamiento, mayores serán las probabilidades de éxito y menores las de sufrir complicaciones.
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