Cada año se celebra en Jerusalén una manifestación donde miles de personas conmemoran cómo arrebataron a los árabes la mitad de la ciudad, pese a la partición acordada con la ONU, en un ambiente cargado de violencia. Un odio parecido al de muchos colonos en las calles de Cisjordania que obliga a los palestinos a proteger sus calles con redes para evitar que les lleguen sus objetos llenos de odio. Esos mismos colonos que, aparte de mofarse de sus vecinos, los amenazan pistola en mano.
"El radicalismo ha crecido muchísimo en las calles en los últimos años", explica Blas Moreno en el vídeo sobre estas líneas. El codirector y editor jefe de 'El Orden Mundial' añade que "hay un sector de la población israelí muy radicalizado que considera que tiene derecho poco menos que divino, digamos religioso, a ocupar la tierra de Israel y a expulsar a cualquiera que pueda vivir allí, y eso incluye a palestinos musulmanes como también cristianos".
El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ampara los asentamientos ilegales. Su forma de gobernar y su deriva antidemocrática han provocado protestas en las calles y mucha contestación. "Ha conseguido montar una coalición a pesar de vender el estado al diablo. Ha metido a partidos de corte fascista, fundamentalistas y supremacistas con partidos religiosos", apunta Sonia Sánchez, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de Vitoria.
Netanyahu tiene hoy como ministro de finanzas al líder del Partido Sionista Religioso, que cree que los palestinos no existen y reivindica con el dibujo de un mapa parte del conocido como Gran Israel, que además de los territorios palestinos, ocuparía parte de Jordania y Siria. "El Gobierno de Netanyahu es el más radical y ultraderechista de la historia de Israel. Para que nos hagamos una idea, la gente que está hoy gobernando en los años 80 estaba prohibida por su radicalidad, casi se puede hablar de neofascismo israelí", afirma Moreno.
Ahora es un parque fluvial
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laSexta Columna analiza en este vídeo la valiente decisión del alcalde de Ontinyent después de la DANA de 2019 que anegó la localidad: eliminar por completo un barrio de casas inundables y sustituirlo por un parque que "permite la crecida del río".