En una época en la que la corrupción ya abría muchos informativos y donde en España mandaba el miedo al desahucio y a los recortes por la crisis, el asesinato de Isabel Carrasco llegó cuando los partidos políticos estaban en plena campaña de las elecciones europeas.
El día que murió, Isabel Carrasco tenía pensado pasar la tarde en Valladolid arropando a los suyos. "Venía Mariano Rajoy a dar un mitin", recuerda la periodista Susana Martín. A las 17:15 de la tarde, Carrasco sale de su casa en León. Ha quedado a sólo 350 metros, en la sede de su partido y no quiere que nadie la acompañe. Es sólo un paseo de cinco minutos a través de un parque dominado por la pasarela sobre el río Bernesga, donde la asesinan a balazos.
Antes de saberse quién ha asesinado a la política más poderosa de León, la noticia corre por toda España y un revuelo conquista los mítines por las europeas. La campaña de todos los partidos queda en suspenso. Son momentos de dolor y miedo, porque nadie sabe todavía quién ha matado a la presidenta.
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En León todos creen que ha podido ser cualquiera. "El rumor es que todos eran culpables. Aunque suene un poco jocoso, la mayoría de la gente era sospechosa", comenta Miguel Ángel Álvarez, exsecretario general de Caja España, mientras que el periodista Mateo Balín señala que "había una tensión evidente por si estuviéramos hablando de un crimen político".