El chismorreo puede servir como pegamento social, sí, pero hay que ir con cuidado, porque si nos pasamos podemos afectar a terceros o a nosotros mismos. "Si tú juegas el papel de criticón en el pueblo no te van a invitar a determinadas fiestas, vas a ser excluido", comenta Nuria Valverde, investigadora en el Instituto de Filosofía del CSIC, en el vídeo sobre estas líneas. Por su parte, la profesora de Periodismo de la Universidad de Valencia Maite Mercado apunta que "a veces, es más fácil cotillear de personajes de la tele que cotillear de gente que conoces, porque puede ser más peliagudo y hacer más daño".
Fue el caso de Olvido Hormigos, una concejala socialista de un pueblo de Toledo de la que alguien filtró en las redes un vídeo erótico privado. El cotilleo saltó de los vecinos a la prensa, que en muchos casos exprimió el tema hasta la última gota. Hormigos acabó dimitiendo del cargo tras meses de acoso y llegó a afirmar que quiso quitarse la vida. Una trabajadora de la empresa Iveco en Madrid sí acabó suicidándose tras difundirse en su empresa un vídeo sexual.
"Corremos muchísimo peligro de entender que la intimidad no tiene límites y se están dando episodios muy negros", apunta Paloma Rando. Es el caso de la muerte de Lady Di donde, explicaba su hijo Harry, "las personas que la persiguieron hasta el túnel eran las mismas que le tomaban fotografías mientras se estaba muriendo en el asiento trasero del auto". Una batalla por la foto y la audiencia que ha cruzado líneas rojas, pero también estilísticas. "En determinados programas se ha normalizado gente que se interrumpe, que busca gresca", comenta la periodista Ángeles Caballero.