Aunque las sucursales de los bancos ya venían sufriendo robos de película como el de Banco Central en 1981, la sensación de inseguridad se acrecentó en 1984, cuando los atracos se duplicaron, especialmente en grandes ciudades como Barcelona. "Hicimos un estudio de cómo habían evolucionado los atracos y en el 84 hubo una explosión, más de 6.200, por encima de los que había habido en Estados Unidos", explica Jordi Peiró, que en esa época trabajaba en una sucursal del Banco de Bilbao en un barrio obrero de Barcelona.  

En el vídeo sobre estas líneas, vuelve a aquella oficina donde, recuerda, "tuvimos seis atracos en cinco años": "No había las medidas de seguridad de ahora, ni mucho menos. Entraban, pegaban un tiro al techo y el dinero del banco estaba allí", apunta el periodista Javier Valenzuela. 

Una mañana de hace cuatro décadas, mientras el grupo terrorista Grapo atentaba contra dos policías en Barcelona, Peiró cruzó esta puerta y tuvo una intuición. "De broma le dije a la compañera 'verás cómo estos están recogiendo armas y dinero y hoy los vamos a tener aquí'", comenta Jordi, que cuenta que "la compañera se fue desayunar y cuando volvió, efectivamente, había habido un atraco". 

"Fue bastante duro. Yo estaba en mi ordenador en atención al público. De pronto veo un pie que se pone en el terminal, muy agresivo. Esperaron a que se abriese la caja, que tenía un cierto retardo y duró unos 20 minutos. Todos los empleados estábamos en el suelo y, de pronto, algún trabajador tocó alguna alarma, había un aparato con una luz que se encendía y se apagaba de color rojo y el atracador pasó por el lado que no se visualizaba. Habría sido de riesgo porque fue un atraco muy tenso", recuerda. 

Aquel atraco acabó sin víctimas mortales. Sin embargo, ni él ni sus compañeros se acostumbraron jamás a la violencia. "Cuando había una elevación del volumen de la voz de un cliente era como lo que pasaba al inicio de los atracos de 'todo el mundo al suelo', 'esto es un atraco', eran momentos incómodos e inquietos", comenta. Como representante del sindicato del banco, Jordi luchó para mejorar sus condiciones de seguridad que, indica, entonces "prácticamente no existían".