Fermín solo tenía dos años cuando su padre, Juan, fue detenido el mismo día del golpe militar que dio inicio a la Guerra Civil. Cuenta que, cuando su madre pudo visitarlo, Juan ya sabía cuál era su destino: "Le hizo un gesto diciendo que le iban a matar y entonces se quitó el anillo de boda y se lo dio".
Tras ser fusilado, uno de sus asesinos le robó el traje que llevaba puesto y se paseó por su pueblo con él: "Contestó a la madre de mi padre que a donde iba a ir no lo necesitaba", recuerda Fermín, que antes de buscar los restos de su padre tuvo que vivir la inauguración del monumento construido en honor a los muertos del bando franquista en Navarra. Ese día, un joven Fermín tuvo que colocar el micrófono a Franco, al que tuvo a pocos centímetros: "Yo le vi que era un asesino, un psicópata y se acabó. Si otro hubiese estado ahí, hubiera sacado un cuchillo y se lo hubiera metido en la garganta, pero yo no era de esos", afirma.
Finalmente, Fermín pudo honrar a su padre sacándole de la fosa común a la que había sido arrojado, si bien comenta que fue "pagando todo de nuestro bolsillo".
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A pesar de reconocer los hechos
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Miguel Rivera, magistrado de la sección tercera de la Audiencia Provincial de Murcia, el mismo tribunal que ha juzgado el 'caso Baúl' de la red de prostitución de menores, explica los motivos detrás de la polémica sentencia.