Cuando los niños españoles comenzaban a cantar a diario el 'Cara al sol', unos pocos adultos repetían en Francia una consigna mucho más patriótica: "De cara a España". Eran los guerrilleros españoles que estaban liberando el sur del país vecino y que entendían que la tarea debía ser completada al otro lado de los Pirineos.
Pronunciándola 80 años después, la frase "de cara a España" ha envejecido mal. Pero hay un piso en el distrito XIX de París en el que las décadas de abuso de la simbología nacional española no han contaminado esa consigna.
Irène Tenèze nunca tuvo que cantar el Cara al sol en el colegio y, quizá por eso -y porque su lengua materna es el francés- recuerda la frase a su manera. "Cara a España", dice con emoción a sus 73 años.
Así era Luis Fernández, líder clave en el Valle de Arán
Su padre era Luis Fernández, jefe de la Agrupación de Guerrilleros Españoles de las Fuerzas Francesas de Interior, general condecorado con la Cruz de Guerra, la Medalla de la Resistencia y Caballero de la Legión de Honor.
Los más altos reconocimientos para un vasco que sería posteriormente enterrado bajo una lápida sin nombre a una hora de la capital francesa.
Porque los mismos que llevaron la libertad a Francia fueron poco después apartados por De Gaulle, temeroso de que aquellos comunistas españoles le ocasionaran nuevos problemas en un país que ya había elegido hemisferio en el mundo bipolar.
Irène nos muestra las fotos de su padre y las adorna con recuerdos ajenos a guerras y campos de concentración. Porque para ella, Luis Fernández no era solo un héroe.
Era también el señor que le enseñó a bailar tango agarrándose a su cinturón y apoyando sus pies descalzos sobre los zapatos de aquel español que llegó a su vida de forma casi accidental, fruto del amor hacia su madre en medio de la clandestinidad. Ella misma se preocupa por aclarar que no es hija biológica del hombre al que llama "Papá".
Así se forjó la 'Operación Reconquista' en el Valle de Arán
"Este es el Luis del que se enamoró mi madre", nos dice mostrando una fotografía en la que Fernández posa de perfil. "Muy guapo", reacciona nuestra reportera en París, que añade: "Muy español". Irène ríe y asiente. Está claro que Papá era perfecto.
Aquel comunista guapo lideró, a la sombra de Vicente López Tovar y bajo las directrices políticas de Jesús Monzón, al grupo de españoles que atravesaron los Pirineos para proclamar en el Valle de Arán un nuevo Estado y facilitar desde allí la incursión terrestre de los Aliados. Lo mismo que habían hecho en Francia con los nazis, pero contra un ejército mucho más endeble que el del todopoderoso Tercer Reich.
"No soy historiadora", advierte Irène Tenèze para evitar interpretar el devenir militar y político de los acontecimientos. Sin embargo, ha cuidado el valioso archivo personal de su padre como se cuidan los tesoros únicos que testifican sobre el pasado.
Y también ha generado el suyo: un documental en el que su padre regresa, décadas después, al campo de internamiento de Gurs, en el que se forjó el carácter de un hombre decidido a cambiar el rumbo de aquella sombría Europa.
"El olvido que todo destruye"
"Él tenía una meta...". Irène hace una pausa y busca las palabras en castellano. Las ha encontrado: "… Y era cambiar el mundo". Luis Fernández empezó a cambiarlo en aquel campo repleto de refugiados procedentes de la Guerra Civil española, sin dejar de alternar la música vasca con las letras de Gardel.
Allí aprendió francés, dio clases de esperanto, fue mano de obra esclava y, finalmente, miembro de La Resistencia. "Un militar autodidacta", como lo describe Irène, que nos regala una copia de su documental.
"Consideré que todos estos archivos hay que salvarlos. Porque si yo me muero aquí, en esta casa, ¿qué va a pasar?", reflexiona Irène. Esos archivos están hoy a salvo. Están en las mejores manos: las de Fernando Hernández Sánchez, historiador e investigador incansable.
Irène le ha entregado los recuerdos de su padre para proteger su legado. Y lo ha hecho, además, "de cara a España", un país que desconoce injustamente los nombres de quienes intentaron liberarlo de sus cadenas.
El de Luis Fernández luce ya –por fin– en su lápida junto a su larga lista de honores militares y civiles, y junto a una frase de Unamuno: "No sé cómo puede vivir quien no lleve a flor de alma los recuerdos de su niñez".
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Irène Tenèze, por tanto, vive luchando contra, como cantaba Gardel, "el olvido que todo destruye".