Miguel Hernández murió en prisión, pero consiguió que sus poemas no desaparecieran con él. Los sacó gracias a su mujer, Josefina, y a un objeto que, como cabrero, conocía: una lechera: "Le decía 'mañana cuando vengas a verme, me traes una lechera con caldo de pescado que lleve un huevo duro y una patata'. Secaba como podía la lechera y ahí dentro metía los poemas y encima de ellos ponía las patatas y ponía el huevo, porque sabía que el guardia iba a mirar", explica Lucía Izquierdo, nuera de Miguel Hernández.

El obispo que en su día ayudó a estudiar a Miguel Hernández y que se sintió traicionado por el cambio de pensamiento del poeta, se ofreció a ayudar a Josefina con el objetivo oculto de borrar la memoria artística de Hernández. Sin embargo, explica Lucía a laSexta Columna, "ella como una heroína lo guardó todo y en unos sacos metía todo lo que podía y haciendo hoyos en un corral metían los manuscritos, con el pánico de que pudiese llover". En el vídeo sobre estas líneas, esta mujer cuenta la historia de su suegro y por qué, 80 años después de su muerte, ha llegado a los tribunales para que se le anule su condena.

Prefirió morir en la cárcel antes que renunciar a sus ideas

La nuera de Miguel Hernández, Lucía Izquierdo, cuenta cómo el poeta pudo haberse salvado de morir en la cárcel a cambio de su arrepentimiento.

Miguel Hernandez