En 1993, el apretón de manos entre el israelí Isaac Rabin y el palestino Yasser Arafat sella un esperanzador e histórico acuerdo de paz. En Jerusalén, una masiva manifestación meses después clama furibunda contra el Gobierno con gritos de "¡Muerte a Rabin!". 

Jaleando esas protestas estaba el propio Benjamín Netanyahu como líder de la oposición: "Él salió en las grandes manifestaciones donde llevaban a Rabin en un ataúd", recuerda Lev Luis Grinberg, catedrático emérito de Sociología de la Universidad Ben Gurion del Neguev, en el vídeo sobre estas líneas.

"Él da un discurso enardecido diciendo que Isaac Rabin era un traidor, que iba a vender al Estado de Israel y a la nación judía" añade Sonia Sánchez, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Francisco de Vitoria, que asegura que en esa manifestación había "unos carteles en los que salía Rabin vestido como Hitler y él no dice nada".

Menos de un mes después de esa manifestación, Isaac Rabin es asesinado por un fanático de la extrema derecha israelí y la mujer de Rabin señala a Netanyahu. "Evidentemente él tenía una culpabilidad muy grande", comenta Grinberg, si bien señala que "salió de esa".

"Es un navegante de político que hace constantemente manipulaciones para seguir en el poder. Lo primero que hace es acusar a los demás: 'Yo no soy el que lo mató, lo mataron un tipo extremista, yo nada que ver'", afirma el catedrático.