En ese 'laboratorio de la polarización' en el que se convierte el Congreso de los Diputados, el odio se cuece a fuego lento. 'Científicos' de un lado y de otro combinan sus recetas hasta encontrar las mejores fórmulas para resolver los problemas de los ciudadanos con el punto justo de polarización política.
"Esta polarización ideológica en sí misma no tiene por qué ser mala, incluso es positiva", señala en el vídeo sobre estas líneas Jordi Rodríguez-Virgili, profesor de Comunicación de la Universidad de Navarra, que defiende que "puede ser buena porque clarifica a los electores cuáles son las distintas opciones políticas y en qué se diferencian". "De hecho, una ausencia total de polarización ideológica serían sistemas autocráticos o totalitarios", afirma.
Sin embargo, Miriam Juan-Torres, directora de Democracia y Pertenencia del OBI en la Universidad de Berkeley, apunta que "la polarización que conlleva la deshumanización del otro es donde entramos en los riesgos, porque podemos llegar a la polarización afectiva, violencia política y bloqueo". Desde hace años, los políticos están subiendo la temperatura, desde los insultos de "felón" de Pablo Casado, al "me gusta la fruta de Ayuso" o el "a la mierda" de Yolanda Díaz.
A propósito de esto, Diego Garrocho, profesor de Filosofía moral de la Universidad Autónoma de Madrid y jefe de opinión del diario 'ABC', comenta que "cuando nos encontramos que los partidos más institucionales se han lanzado por un terraplén de degradación de la palabra pública, dar el siguiente paso es muchísimo más fácil".
"Si tratas todo de vida o muerte, si el otro gana elecciones y lo ves de forma de forma ilegítima, los medios más extremos quizá están legitimados". La polarización afectiva sí es peligrosa porque los ciudadanos se contagian de tanto desprecio entre gobernantes y se sienten empujados a elegir bando. "Tienes empatía y simpatía con el que piensa igual que tú y rechazo al que piensa diferente", explica Jordi.
Ahora es un parque fluvial
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laSexta Columna analiza en este vídeo la valiente decisión del alcalde de Ontinyent después de la DANA de 2019 que anegó la localidad: eliminar por completo un barrio de casas inundables y sustituirlo por un parque que "permite la crecida del río".