En Bodegas Torres, en Villafranca del Penedès, la inversión ha sido millonaria. La subida de temperaturas del suelo les ha obligado a comprar tierras a mayor altitud en los Pirineos y en Chile para seguir siendo competitivos en la calidad de sus vinos.
"Sí, cuesta dinero. La inversión en renovables es una inversión. Nosotros llevamos invertidos, contando la compra de las tierras y todo, más de 15 millones de euros. Pero claro, las tierras ahí están, es un activo de la empresa", confiesa Miguel Ángel Torres, presidente de Bodegas Torres.
En esta bodega el cambio climático cuesta dinero, pero lo ven como una oportunidad de negocio: cuentan con paneles solares y máquinas que recogen dióxido de carbono y lo convierten en combustible para los vehículos que recorren sus viñedos. Al fin y al cabo, es una inversión en tecnología para reducir su huella de carbono.
"Todo lo que sobra de la viña se lleva a una caldera de biomasa y eso nos da luz eléctrica o agua caliente, por lo tanto, el cambio es posible. Hay que implementarlo solamente", relata el propio Miguel Ángel. Y sí, tiene razón: es posible pero cuesta dinero; a las empresas… y a todos.