Manuel fue el último alcalde republicano de Mijas, en Málaga. Su mujer Juliana le convenció para dejar la vida política y esconderse para no ser asesinado. "Habían asesinado a compañeros, concejales... fue cuando decidieron esconderlo. Hicieron un boquete en la pared, del tamaño de una sillita de niño pequeño, y allí se metía. Para taparlo ponían un cuadro del Corazón de Jesús", explica su nieta a laSexta Columna.
En ese, y otros escondites, Manuel pasó tres décadas: desde los 32 a los 62 años. "Decía: si me muero, que no os vayan a coger. Hacéis un agujero en el patio y me enterráis ahí", relata María de la Peña Torres Cortés.
Hoy su pueblo honra su memoria recreando su zulo, el mismo donde María le visitaba de niña sin saber siquiera su nombre. Temían que se le escapara delante de los vecinos. "Subía todos los días y hablaba y comía con él", recuerda su nieta.
Manuel vio pasar la vida desde su pequeña prisión. "Mi abuela puso una sábana y a través de ella veía como iba cambiando el pueblo. Cuando empezó el turismo, llegaron las minifaldas...", afirma María. Desde su madriguera y con ayuda de su mujer, Manuel intentaba no perderse los momentos importantes. No salió del zulo hasta que Franco decretó el indulto para delitos cometidos hasta el fin de la Guerra Civil.
María recuerda la alegría y el terror de volver a ver a su abuelo Manuel: "Tenía 6 años y vi a mi abuelo con sombrero. Me hice pipí de miedo. Desde pequeña me dijeron que no podía hablar de él porque entonces nos mataban a todos. Crecí con mucho sufrimiento, tuvo una vida muy difícil". Pero, "tuvo la suerte de vivir que volvía la democracia a España".
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