El maltrato en la cárcel de Ventas se daba hasta en lo que tenían que tragar. "Había lentejas pero, como no había mujeres para limpiarlas, las echaban directamente en el caldero. Le llamaban las 'lentejas de negrín'. Nos dejaban los platos a los pies. Nos despertaban, pero quién tenía ganas de comer aquello", explicó en 2006 Nieves Torres, presa en la cárcel de Ventas.
Tampoco había ganas de comer aquel arroz pasado y sucio. Mientras, fuera de la cárcel de Ventas, el Régimen daba una imagen muy distinta, como la de las presas devotas acudiendo a la procesión del Corpus Chirsti.
Martina Barroso, una de las Trece Rosas, también estuvo en esa cárcel de Ventas. Horas antes de ser fusilada, le dio unas zapatillas a su cuñada. Le dijo que eran un regalo para su sobrina, que años más tarde tendría una hija a la que llamarían Paloma.
"Era el cumpleaños de la sobrina de Martina, que es mi madre. Ella le hizo unas zapatillas con unas mariposas y, disimuladamente, en el cordón metió los colores de la bandera republicana. Esas zapatillas se las entrega a su cuñada en la cárcel de Ventas el mismo 5 de agosto", explica Paloma Masa Barroso, sobrina nieta de Martina. "Es su carta de despedida para la familia, para que no la olvidásemos".
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