Marzo de 1996. A la tercera, Aznar gana. Se peina el flequillo y enloquece a sus fieles. A la derecha del balcón, Rodrigo Rato. Todos alzan sus manos unidas, menos él. Hasta que se da cuenta y toma la mano de la mujer de su presidente y amigo.

Aznar y Rato se conocen en 1978, el año de la firma de la Constitución Española. Sus madres eran asturianas y amigas desde pequeñas. Sus padres también se conocían. Fue en Cadena Rato, el grupo de radio familiar. Poco después, el padre de Rato fue condenado a tres años de cárcel por, precisamente, evadir capitales a Suiza.

La vida política de Rato arranca en el Congreso de refundación de Alianza Popular. En 1989, el partido está al borde del precipicio y pasa a llamarse Partido Popular. Su portavoz, Rodrigo Rato, se desplaza a la casa de Manuel Fraga. Rato, junto a Álvarez-Cascos, Juan José Lucas y Federico Trillo, viajan con una misión: convencer a Fraga de que Aznar debe ser el nuevo líder, y Fraga acepta.

A Aznar le toca montar su equipo: están Mayor, Rajoy, Cascos… y, por supuesto, Rato, que es nombrado jefe de campaña. Rato destaca con sus propuestas económicas y forma parte del alto mando del partido. Para volver al poder, trazan dos ejes. El primero es dar a conocer a Aznar.

Y para eso le exhiben con un jersey a juego con los complementos de su mujer, conduciendo un coche modesto, o mostrando la intimidad de su hogar.

El segundo: convencer a los españoles de que la derecha puede gobernar España. Deben abrazar la modernidad, como sea. La consigna es desvincular al partido del franquismo.

Tan fuerte, que en las municipales de 1995, la primera vez que ganan, Rato ya saluda desde el balcón. Esta vez, pegado a su amigo. Quizá, sin Rato, Aznar nunca hubiera sido presidente.