El primer delito, el blanqueo de capitales. Isabel Pantoja estaba “acostumbrada a tener mucho dinero en casa”, pero para la Audiencia de Málaga, ese dinero venía de otro lugar y de otro hombre: Julián Muñoz. A su lado, tuvo más ingresos que en los seis años anteriores juntos. Una auténtica espiral para la que la Justicia ha encontrado una explicación. Pantoja estaba blanqueando el dinero negro que Julián Muñoz se llevaba de Marbella, por eso la han condenado a dos años de cárcel.
Otra forma de hacerse rico en política es mediante la malversación de caudales públicos. Esta es la jugada del exconseller valenciano Rafael Blasco: metió mano en los fondos destinados a Cooperación. La Generalitat destinó 1,8 millones de euros para hacer pozos de agua potable en Nicaragua, pero sólo llegaron 43.000. Blasco ha sido condenado a 8 años de prisión.
Seguimos con otra joya del repertorio de la corrupción: el cohecho. El alcalde de Alhaurín el Grande, en Málaga, exigió un soborno de 122.000 euros por dar una licencia urbanística. Cuando fue detenido dio esta explicación: “No vienen a por mí, vienen a por el PP. Juan Martín Serón fue condenado por cohecho a un año de inhabilitación. Ya no está en el PP, pero sus concejales se han ido con él y le han entregado de nuevo el sillón de alcalde, para alegría de muchos de sus vecinos.
La siguiente parada de este manual de instrucciones es la prevaricación. El expresidente de la Diputación de Ourense, José Luis Baltar, es un ejemplo con patas. Cualquiera diría que durante los 22 años que ejerció también fue jefe de personal, con 104 contratos temporales asignados a dedo. Le cayeron 9 años de inhabilitación.
Otro de los clásicos de la corrupción es la falsedad documental. Es lo que hizo el exalcalde de Torrevieja, Alicante. Pedro Hernández Mateo adjudicó a dedo el servicio de basuras en 2004, con 98 millones de euros en juego. Fue condenado a 3 años de cárcel por encargar informes municipales falsos.
Llegamos a otro delito clave en la corrupción: el fraude fiscal. Lo que no declaró Carlos Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón, fueron 700.000 euros. Y lo hizo sin ningún complejo: “No tengo ningún miedo, ya hace muchos años que me afeito”. En el juicio, un perito de Hacienda dijo que la actuación de Fabra era digna de estar en los manuales de la corrupción. Tras 16 años en el cargo, después de todos los delitos de los que se le había acusado, al final ha sido condenado a 4 años de cárcel por fraude fiscal.
Y otra jugada habitual de los corruptos es el tráfico de influencias. La Audiencia de Palma condenó al exministro y expresidente balear Jaume Matas por hacer valer su posición para beneficiar al periodista que le escribía los discursos, además de contrataciones irregulares y subvenciones públicas por valor de casi medio millón de euros. Los dos han entrado en prisión.