"La noche del 9 de febrero de 1993, un camionero que llega cargado desde Logroño con tónicas para un almacén de bebidas, estaciona su vehículo en una gasolinera y se echa a dormir", recuerda Teresa Domínguez, periodista de Levante-EMV. Al despertarse, el conductor "entró muy asustado a la gasolinera, diciendo que llevaba un fiambre detrás del camión". "Salimos todos y vimos salir a gatas a un tío y nos miró desafiándonos, y se fue", contó el trabajador de la estación de servicio.
Fue un promotor de bebidas el que dijo que esa persona era Antonio Anglés. Sin embargo, el asesino de las niñas de Alcàsser sabía que si robaba un coche le iba a delatar, por lo que opta por secuestrar a un agricultor. "Anglés se va andando un kilómetro hasta una zona rural y por el camino se encuentra con un vecino de 65 años que está en su campo", indica Domínguez. "Me amenazó y me dijo que no hiciera ninguna tontería, que él no tenía nada que perder, y que el que podía perder era yo", relató el agricultor, quien contó a los medios que Anglés le pidió que fuera en dirección Madrid.
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"Yo solo llevaba gasolina para cuatro o cinco kilómetros, así que paramos en una gasolinera y me quitó las llaves", expresó el hombre, quien podía haber delatado a Anglés en la estación de servicio, pero optó por no hacerlo. "El hombre se calló hasta dos días después, cuando llegan los de protección judicial en tropel para tomar declaración y el hombre estuvo cerca de ser detenido", afirma la periodista de Levante-EMV.
Cómo burló Antonio Anglés el operativo policial: un fallo más en la cadena de errores que permitió su fuga
Anglés quedó con un hombre para comprarle su coche, una información que recibieron los agentes, tras lo que montaron un dispositivo policial. Sin embargo, el asesino de las niñas de Alcàsser no se presentó a la cita para la compraventa.