"Mi historia ha sido como la de muchos jóvenes o muchos niños hoy en día", asegura Bru Capellà, un joven exadicto a la pornografía, que cuenta que comenzó a consumirlo con solo diez años tras escuchar un comentario de un amigo en clase sobre ello: "Recuerdo que fue muy impactante porque te encuentras cosas fuertes. Fue algo desagradable pero también una cosa nueva".
"Te vas adentrando y se va formando ese mal hábito", confiesa, y comenta que lo veía cuando volvía del colegio cuando estaba solo en casa, mientras sus padres seguían en el trabajo. "Estaba en su habitación con el ordenador y pensaba que estaba estudiando. Como sacaba buenas notas piensas que todo va bien", lamenta su madre.
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El joven relata que llegó a mirar porno también en clase: "El problema fue escalando, de cosas más fuertes, fetiches raros, cosas que son inducidas por el porno y eso es lo que te revienta el cerebro de dopamina". Este explica que "el cerebro se piensa que es real" y "no puedes dejarlo porque es gratuito, de fácil acceso": "En vez de salir con los amigos, me inventaba excusas para quedarme en casa".