"Cariño, ¿te falta mucho para la entrevista? Es que me estoy mareando", decía María Jiménez con un hilo de voz en un momento de la grabación de este documental. La artista mantuvo el tipo, pero se vio obligada a marcharse muy a su pesar. "Venga, pero mañana le damos cañita", contestaba el entrevistador con cariño para después darle un beso. "¡Guapo!", exclamaba ella, aún visiblemente mareada.
Pero al día siguiente no pudo retomarse el rodaje. "Íbamos a grabar hoy, Isabel, ¿y qué ha pasado?", preguntaban a la hermana de María Jiménez. "Estaba todo preparado, pero, al final, esta madrugada se ha puesto ella con fiebre. Toda la noche: 'Hermana,
que me duele la espalda, que me duele mucho, que tengo mucho frío', relataba. "Le duele, tiene los pulmones encharcados seguramente", lamentaba ella. El cáncer de pulmón por entonces ya estaba muy avanzado.
Pero no solo su salud se estaba viendo aquejada, también su estado de ánimo, contaba Isabel. "Ella está ahí metida, en ese salón, que de ahí no sale. Está muy perdida algunas veces. Cuando se ha levantado, ha empezado a decir: 'Bueno, vamos a acostarnos ya,
¿no? Como que la noche era el día y el día era la noche". Pero por mucho que le insistía, María no quería ir al hospital. "Da la sensación que su vida le da igual", comentaba con tristeza el redactor.
"Yo pienso para mis adentros que ella ya... se ve como acabada. Que ella se ve como que le queda poco. Entonces, no quiere tirar para el hospital, no quiere morirse en el hospital". Para ella, ya en aquellos momentos, dentro de esa mujer no quedaba nada de la auténtica María Jiménez. "Nada. Tiene su genio todavía, ¿eh? Pero nada. No queda nada... Hasta que ella quiera. Ella no tiene ganas de vivir. Eso es lo que le está pasando", señalaba.
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"Si la niña viviera sería otra cosa", reconocía refiriéndose al momento más duro en la vida de María Jiménez: la muerte de su hija Rocío en un accidente de tráfico a los 17 años.