Perplejos se tuvieron que quedar los invasores árabes cuando, al llegar a Constantinopla (allá por el año 674), se encontraron con el arma más mortífera que habían visto hasta la fecha: el fuego griego.
El fuego marino, fuego romano (como lo llamaron los árabes) o fuego griego (como lo bautizaron los cruzados) fue un arma incendiaria utilizada por el Imperio Bizantino en las batallas navales entre los siglos VII y XIII. Apagándolo con agua solo se conseguía que se extendiera todavía más, así que la mejor forma de sofocarlo era por asfixia.
La realidad es que no se conoce la composicón exacta del fuego griego, pero la cal viva podría ser el detonante que, al entrar en contacto con el agua, provoca que se desprenda el oxígeno que aviva las llamas.
Sin duda la versión más conocida de este fuego griego es el fuego valyrio de Juego de Tronos, que juega un papel muy importante tanto en las novelas como en la adaptación televisiva de los libros de George R.R. Martin.
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La diferencia del fuego valyrio de los Siete Reinos con este fuego griego, es que además de ser de color verde, es mucho más destructivo y casi imposible de apagar.