En una conversación con la psicóloga, varios pacientes y sus madres recuerdan la situación que vivían en casa bajo la adicción a los videojuegos. "Prefería estar jugando a la 'Play' o con el móvil encerrado en la habitación a salir", confiesa uno de los jóvenes, quien señala que se convirtió en un problema con la pandemia: "Jugaba 17 horas seguidas y no me cansaba".
"Él estaba perdido, no era mi hijo, era otro niño. Ya no se podía acceder a él. Es muy rápido el enganche, cuando te quieres dar cuenta el niño ya no es niño, es un videojuego andante", expresa su madre, y añade que dirigirse a él en según qué momento de la partida podía desembocar en un insulto o un empujón.
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Un comportamiento similar al de otro de los pacientes cuando no tenía acceso al ordenador. "Intentaba pegarme, daba patadas a las puertas, tiraba todo. Era una agresividad que alguna vez me dijeron que llamara a la policía", relata su madre. Esta indica que su hijo podía estar hasta doce horas jugando, incluso las 24 horas del día si fuera posible, y él reconoce que se sentía "muy atrapado": "No sabía por qué me pasaba esto, yo quería salir, la adicción me llamaba y era horrible".

¿Es suficiente?