¿Cómo mantener el nivel  y volver a superarse en lo que le queda por delante? El primer paso lo marca este quinto capítulo, que bucea en la psicología de Rick y el Gobernador, dos líderes antagónicos que en el fondo se parecen demasiado. Ya lo avisaban los productores antes del comienzo de esta tercera etapa,  el terror hace tiempo que dejó de ser patrimonio de los zombis, en estos nuevos capítulos los humanos son la verdadera amenaza.

El Gobernador. Que no era de fiar lo sabemos desde su primera aparición en la serie. Tras dos capítulos estamos seguros que tras esas sonrisas falsas y modales suaves se esconde un dictador.  Ahora también sabemos que está loco: tiene un acuario donde colecciona cabezas de zombi y mantiene recluida a su única hija, una zombi que vive atada a unas cadenas y a la que su padre peina todas las noches.  Puede que Philip crea que Milon está cerca de descubrir una cura para la epidemia, pero su comportamiento de puertas adentrono hace más que resaltar sus rasgos psicóticos.

Michonne, tan parca en palabras ella, ha sido desde su llegada a Woodbury la voz de unos espectadores que comprenden que es mejor vivir en el bosque rodeados de zombis que pasar un minuto de más en un pueblo donde nada es lo que parece. Andrea parece que fin parece darse cuenta de la situación cuando conoce el deporte favorito de los súbditos del Gobernador.  Pero al contrario que Michonne, su instinto de supervivencia valora más una cama caliente que todos los cuidados que le dio Michonne durante el largo inviernos que pasaron vagando con los bosques.

Rick. El Gobernador ha hecho de sus locura su principal arma de poder. La locura de Rick es una amenaza para el grupo que tiene bajo su responsabilidad. Desde que despertó del coma en un hospital rodeado de zombis, el sheriff no ha tenido un momento de descanso. Líder a la fuerza, el Rick dialogante de las dos primeras temporadas ha dejado paso a un Rick intransigente, que tuvo que  asumir que quizás no era el padre del hijo que esperaba su mujer, que mató  a su mejor amigo delante de su propio hijo y que ahora se tiene que enfrentar a la muerte de Lori,  a la que quiso perdonar muchas veces pero a la que ahora ha perdido para siempre. Su viaje sin rumbo por los pasillos de la prisión es toda una metáfora del laberinto de locura por el que transita ahora su mente .

Aunque el líder está ausente, el resto de habitantes de la prisión sabe que no le queda otro remedio que seguir adelante. Todavía lloran las últimas muertes en el grupo pero la vida sigue y ahora tienen una boca más que alimentar.

Lo mejor del capítulo: El colapso psicológico de Rick. La desgarradora escena que cerró el anterior capítulo ha tenido su continuación en este con un Rick roto por el dolor que deambula sin rumbo por los pasillos de la prisión. Lo peor siempre está por llegar en The Walking Dead y en esta ocasión el líder no está preparado.

Lo peor: La actitud de Andrea. Cuando Lori estaba viva, las dos se disputaban el puesto de personaje más odioso de la serie. Ahora la rubia tiene vía libre para hacerse con el puesto, si no lo tiene ya.