SE ACABÓ LA BONANZA
Por qué cada vez se hace menos apps (y la tendencia no va a cambiar)
De las apps de pedos a las más asentadas de la industria. La época en la que instalábamos decenas de apps ha pasado, y cada vez innovamos menos. Y los desarrolladores actúan en consecuencia.
Publicidad
Con el principio del auge de los smartphones llegó el auge de las apps. Entre 2009 y 2010 se fueron popularizando las primeras tiendas de aplicaciones en móviles, y su mejor exponente fueron, guste o no, las apps de pedos. Hacían gracia, por algún motivo.
Esas apps fueron el inicio simbólico de una oleada de instalaciones. Nos encantaba probar cosas nuevas, recomendarlas, instalar seis para un mismo fin con la idea de quedarnos con la mejor y luego dar una oportunidad a otra distinta tres meses después. Eran los buenos tiempos para los desarrolladores de aplicaciones.
Hoy esa realidad ha quedado atrás. Estamos en la era de la madurez y consolidación de la industria de las aplicaciones móviles.
Hay una app que es el ejemplo perfecto de cómo ha jugado en su contra esta consolidación: Evernote. Idolatrada por muchos durante la etapa 2011-2013, fue siendo descartada en favor en muchos casos de las apps nativas de iOS y Android, Notas y Google Keep respectivamente.
Si decimos que Evernote es el ejemplo perfecto, su evolución en las búsquedas de Google es también una buena forma de entender las etapas de este proceso.
En junio de 2015, Sarah Perez comentaba en 'TechCrunch' que los consumidores "destinan el 85% del tiempo con el smartphone en apps, pero sólo cinco apps son muy usadas. (…) Forrester aconseja a las empresas que diseñen sus apps sólo para sus mejores y más fieles clientes, ya que son los únicos que se molestarán en descargar, configurar y usar la app con regularidad”.
Como con todos los fenómenos recién descubiertos, con las apps pasamos de un estado de entusiasmo y ganas de descubrir cosas nuevas a un pragmatismo que prioriza nuestro tiempo libre. Esto tiene otra consecuencia directa: el interés de los desarrolladores por ir creando nuevas apps se va reduciendo.
Porque, si ya nos cuesta prestar atención y usar regularmente apps de grandes empresas con enormes recursos que destinar en I+D, diseño, usabilidad… ¿cómo va a conseguirlo un pequeño estudio independiente?
Por supuesto, hay maravillosas excepciones a la regla, con ejemplos de desarrolladores que en 2017 crean obras maestras y son capaces de monetizarlas bien. Pero las excepciones son precisamente lo que confirman las reglas: para entendernos, es difícil competir con YouTube, Facebook, Instagram, Twitter, y compañía. Y especialmente con el poder de las apps nativas sobre utilidades (meteorología, notas, calculadora…) al estar ya instalada en nuestro smartphone.
Peter Kafka comentaba al respecto en 2016 en 'Recode' que el boom de las apps había terminado: "Tu teléfono está lleno de aplicaciones, y tú ya has dejado de descargar nuevas -salvo que sean Snapchat o Uber-”.
Los estudios de desarrollo ya saben a lo que se enfrentan: si lo que quieren es ganar mucho dinero en las tiendas de aplicaciones, lo tienen complicado. Algunos afortunados -fruto de mucho trabajo y conocimiento- sí consiguen asaltar la banca, pero la inmensa mayoría se quedan por el camino. Y cada vez más ni siquiera lo intentan. La madurez de la industria era esto.
Publicidad