INFORME DE NACIONES UNIDAS
El 75% del planeta está más seco y de forma permanente desde 1990
"Este análisis finalmente disipa una incertidumbre que ha rodeado por mucho tiempo las tendencias de sequía global", señalan los autores.
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Del mismo modo que, con el tiempo, hemos aprendido a diferenciar entre cambio climático y calentamiento global, ahora estamos educándonos en las diferencias entre los eventos meteorológicos extremos, pero puntuales, como las lluvias e inundaciones y aquellos más permanentes, como la desertificación. Y sus consecuencias a largo plazo.
Ahora, un nuevo análisis de Naciones Unidas, liderado por el doctor en geofísica Sergio Vicente-Serrano, del CSIC y Enrique Morán Tejeda, doctor en geografía de la Universidad de Salamanca, deja poco espacio para la duda: más de las tres cuartas partes del planeta se volvió permanentemente más seca en las últimas décadas.
En concreto, el 77,6% de la superficie de la Tierra experimentó condiciones más secas entre 1990 y 2020 que en el periodo de 1960 a 1990. Esto ha hecho que, en las últimas tres décadas, la aridez del planeta se ampliara unos 4,3 millones de km2, un área equivalente a ocho veces el tamaño de España aproximadamente y ahora cubren el 40,6% de toda la tierra de la Tierra.
La mayoría de estas zonas han pasado de ser paisajes húmedos a tierras áridas muy complejas (sino imposibles) de cultivar, con las consecuencias lógicas para la fauna, la agricultura y los humanos que habitan estas regiones.
"Este análisis finalmente disipa una incertidumbre que ha rodeado por mucho tiempo las tendencias de sequía global – explicó Ibrahim Thiaw, secretario Ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación en la presentación del informe -. Por primera vez, la crisis de aridez ha sido documentada con claridad científica, revelando una amenaza existencial que afecta a miles de millones de personas en todo el mundo. A diferencia de las sequías, la aridez representa una transformación permanente e implacable. Los climas más secos que ahora afectan vastas tierras en todo el mundo no volverán a ser como eran y este cambio está redefiniendo la vida en la Tierra".
Los autores no dejan lugar a dudas sobre quién es el responsable de esto: el cambio climático causado por el ser humano. Pero los efectos no han sido "equitativos", por así decirlo. En el caso de Europa, la aridez ha afectado al 95,9% del territorio, también se ha cebado con el oeste de Estados Unidos, gran parte de Brasil, Asia oriental y África central.
El otro lado de la moneda lo muestra el centro de Estados Unidos, la costa de Angola y partes del sudeste asiático (un 22,4% del planeta) que han experimentado condiciones más húmedas.
El informe menciona a Sudán del Sur y Tanzania como las naciones con el mayor porcentaje de tierra en transición a tierras secas, y a China como el país que experimenta la mayor superficie total que pasa de tierras no secas a tierras secas. ¿El resultado más evidente? Un 40% las tierras cultivables se verán afectadas. Eso en lo inmediato, porque la aridez trae consigo cambios en la composición de ecosistemas y su capacidad de respuesta ante eventos como incendios forestales, cuyo número se prevé que aumente también,
Actualmente este cambio en la vegetación de la Tierra afecta a 2.300 millones de personas (más del 25% de la población mundial), pero a medida que el planeta continúa calentándose, la perspectiva (en el peor de los escenarios) sugiere que hasta cinco mil millones de personas podrían vivir en tierras secas para fines de siglo. Y todos ellos se enfrentarán a suelos agotados, recursos hídricos cada vez más escasos y la disminución o el colapso de ecosistemas que alguna vez fueron prósperos.
Una vez ocurra esto, la siguiente consecuencia será la llegada de la migración forzada: mientras la tierra se vuelve inhabitable, las familias deben buscar nuevas opciones de supervivencia, lo que generará conflictos locales en África y Asia, pero también desafíos políticos en todo el planeta.
"Este informe, concluye Vicente-Serrano, subraya la necesidad crítica de abordar la aridez como un desafío global que define nuestro tiempo. Al unir diversos conocimientos y aprovechar tecnologías de vanguardia, no solo estamos midiendo el cambio, sino que estamos elaborando una hoja de ruta para la resiliencia. Abordar la aridez exige una visión colaborativa que integre innovación, soluciones adaptativas y un compromiso para garantizar un futuro sostenible para todos".
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