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SOLO VEMOS EL 59% DE SU SUPERFICIE

¿Por qué las caras de la Luna son distintas? Hay que remontarse 4.500 millones de años para entenderlo

El satélite natural terrestre nos muestra solo el 59% de su superficie, una zona surcada de cráteres y oscuras planicies. Su lado oculto, sin embargo, es muy distinto. Para hallar la explicación a sus diferencias hay que remontarse 4.500 millones de años atrás.

La Luna tarda lo mismo en dar una vuelta a la Tierra que en completar un giro sobre sí misma, por eso siempre nos muestra la misma cara.

La Luna tarda lo mismo en dar una vuelta a la Tierra que en completar un giro sobre sí misma, por eso siempre nos muestra la misma cara. Gabriel Lascu en Flickr CC

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Al mirar a la Luna, además de su brillo, es fácil apreciar los distintos tonos y texturas que surcan su superficie. La inseparable compañera de la Tierra lleva a su lado unos 4.500 millones de años, pero no le muestra más del 59% de su extensión. El resto permanece oculto a los ojos humanos, aunque no a las lentes artificiales fabricadas por el hombre.

Gracias a la sonda soviética Luna 3, lanzada hace 55 años, los terrícolas han podido observar el total de su superficie: fue la primera en fotografiar su contorno completo. Solo entonces los científicos pudieron apreciar que el satélite natural tiene dos caras muy distintas.

Uno de sus rostros, visible desde nuestro planeta, está plagado de cráteres (de color claro) y áreas oscuras de naturaleza basáltica a las que se conoce como mares, originadas por erupciones volcánicas.

Sin embargo, por el otro lado, el satélite guarda más parecido con una gran piedra pómez. No hay ni rastro de las amplias planicies sombrías y pueden contarse un mayor número de agujeros, más pequeños y juntos. La pregunta es inevitable: ¿por qué esta diferencia entre ambas partes del mismo cuerpo celeste?

La respuesta más intuitiva, y la primera considerada por los científicos, es que se trata de los estragos causados por los meteoritos y asteroides que surcan el Sistema Solar. Al aproximarse por el lado orientado a la Tierra, ésta serviría de escudo impidiendo su  acercamiento. No obstante, aquellas rocas que se dirigieran hacia la otra vertiente del satélite no encontrarían ningún obstáculo y chocarían contra él, produciendo los innumerables cráteres.

Pero esta hipótesis es errónea. La distancia desde la Luna a nuestro planeta es tan grande que la diferencia de impactos sufridos en uno y otro lado no supera el 1%. Para conocer la verdadera causa hay que remontarse hasta el nacimiento del satélite.

Las rocas lunares proporcionadas por misiones espaciales han permitido constatar que los materiales que las forman son iguales a los terrestres. Resulta que hace 4.500 millones de años, la versión temprana de nuestro planeta compartía espacio con un planetoide de la talla de Marte, que seguía una órbita similar. Se movían uno al compás del otro, hasta que, finalmente, colisionaron.

El resultado, según sugiere la teoría más aceptada, fue la formación de un nuevo planeta que se quedó con la mayoría de la masa de ambos cuerpos (la Tierra), mientras que algunos pedazos se alejaron. Con el tiempo, estos trozos desperdigados por el espacio terminaron uniéndose debido a la gravedad y dieron lugar a la Luna.

El satélite ya dirigía entonces solo una de sus caras hacia la Tierra, que se encontraba a gran temperatura (más de 2.500 grados centígrados). Un reciente estudio ha dado al fin con la clave del asunto: el intenso calor fue el causante de que los materiales de esa parte se fundieran, produciendo coladas de lava que dieron lugar a los mares.

La zona oculta, sin embargo, se enfrió más rápidamente después de la colisión y se cubrió de una gruesa corteza rica en aluminio y calcio, los primeros elementos solidificados por la pérdida de calor. Mientras que los asteroides que chocaban por ese lado dejaban enormes agujeros, consecuencia del golpe, las rocas que se encontraban con la superficie semilíquida (orientada a la Tierra) hacían surgir la roca fundida.

Cada vez conocemos más secretos sobre el único satélite natural terrestre, pero, aun así, sigue provocando fascinación. Tanta que la NASA planea volver a enviar astronautas para estudiar su superficie. ¿Qué otros secretos guardará la Luna?

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