SOBRE EXPLOTACIÓN MINERA Y CONFLICTOS
Por qué es importante crear leyes para los colonos que vivan en Marte
Aunque los tratados espaciales internacionales ya recogen normas que regulan las actividades en cuerpos celestes, aún quedan algunas cuestiones por aclarar. Por ejemplo, ¿podría una empresa extraer recursos marcianos y traerlos a la Tierra?
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Si fallaran los planes del multimillonario Elon Musk de enviar una misión tripulada a Marte en el 2024 (después de una paradita en la Luna), aún podríamos confiar en el éxito de laNASA, que ha fijado la llegada de astronautas al planeta rojo en la década del 2030. Pero ya falten siete, quince o más de una veintena de años, todo parece indicar que la colonización marciana acabará por aparecer en los libros de historia tarde o temprano.
Si vamos incluso más allá de ese pequeño gran paso para el hombre, no es difícil imaginar que, en unas décadas, a los pioneros podrían seguirles astronautas de otros países. Cualquier agencia espacial que se precie querrá disponer de varios enviados en Marte para continuar con la exploración del universo y realizar estudios científicos. Y empresas como SpaceX, de Musk, y Lockheed Martin buscarán la manera de sacar partido a sus viajes al planeta carmesí.
Pero, pese a encontrarse en suelo extraterrestre, los habitantes de las futuras colonias marcianas deberán cumplir ciertas reglas. Ya existen leyes que regulan algunas de las actividades que pueden realizarse en el espacio, pero aún queda algún que otro punto por concretar.
Las estaciones son del país que las instala
Según las normas internacionales que rigen actualmente el espacio, antes de construir un asentamiento en Marte, cualquier empresa o agencia deberá notificar sus intenciones a Naciones Unidas. Una vez levantadas, las estructuras serán responsabilidad del país que opera la misión y deben permanecer bajo su jurisdicción, aunque el proyecto corresponda a una firma privada.
De esta manera, las compañías no tendrían ningún tipo de derecho de propiedad o de explotación de los recursos del planeta y sólo podrían realizar estas actividades bajo supervisión estatal. Es decir: el suelo donde se asienta su base de operaciones y su periferia son propiedad de la nación que la respalda. Una analogía a esta situación en la Tierra son los términos que cumplen las estaciones en la Antártida.
Hasta aquí todo parece atado, pero aún hay algunos agujeros. Por ejemplo, con la proliferación de construcciones marcianas y la afluencia de naves y dispositivos orbitando el planeta, la probabilidad de que residuos espaciales dañen alguna construcción sería alta. Y aún no se sabe cómo se mantendrá esta situación controlada para evitar tanto desperfectos como conflictos políticos.
El problema de las minas marcianas
En Marte, la fabricación y el desarrollo de cualquier sustancia podría tener lugar dentro de las estaciones y cualquier descubrimiento podría ser patentado y comercializado según las normas vigentes en los países. Sin embargo, la legitimidad de las actividades mineras no está tan clara.
Es cierto que el uso de los recursos para realizar estudios científicos o para el propio mantenimiento de las misiones está permitido según los tratados espaciales internacionales, pero no ocurre lo mismo con la posesión de derechos de propiedad sobre los materiales obtenidos. De hecho, según la legislación actual está prohibido transportarlos a la Tierra para su venta, aunque algunos países como Estados Unidos o Luxemburgo ya han creado sus propias normas para dar luz verde a su comercio.
También habría que establecer un sistema para decidir a quién corresponde la jurisdicción civil y criminal de las colonias. En este sentido, podrían tomarse como ejemplo los acuerdos intergubernamentales firmados entre 1988 y 1999 para fijar un marco legal y un código de conducta para los astronautas de la Estación Espacial Internacional, que incluyen desde normas sobre castigos hasta cómo se realizaría el proceso de repatriación de un presunto delincuente.
Y aún así podrían surgir conflictos entre los altos mandos de las tripulaciones de diferentes países por rivalidades o intereses contrarios... o entre los mismos países. En 2008, por ejemplo, se les prohibió a los cosmonautas rusos ir a los aseos de los astronautas estadounidenses de la estación espacial.
Pero existe una posibilidad todavía más difícil de solventar: que los colonos marcianos se rebelen y no quieran ser gobernados por las leyes terrícolas. ¿Deberían desarrollar su propio sistema judicial? ¿O son los parlamentos de nuestro planeta los responsables de tomar las decisiones sobre el futuro de los pioneros espaciales?
La NASA ya conduce investigaciones psicológicas en la Tierra que podrían aclarar algunas de estas cuestiones que, de todas formas, cobrarán importancia en las discusiones internacionales a medida que el periplo esté más cerca de convertirse en una realidad. De todas formas, los astronautas tendrán mucho tiempo para decidir sobre ello durante el largo vuelo a Marte.
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