METEOROLOGÍA DE INTERIOR
¿Por qué llueve dentro de la enorme fábrica de cohetes de la NASA?
El Edificio de Ensamblaje de Vehículos de la NASA tiene 160 metros de alto y contiene 3,6 metros cúbicos de aire. Las enormes proporciones y el clima húmedo de Florida provocan la formación de suaves precipitaciones en su interior.
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Mide 160 metros de alto, ocupa un área de 32.000 metros cuadrados y alberga un espacio de 3,6 millones de metros cúbicos. Estas son las colosales medidas del Edificio de Ensamblaje de Vehículos de la NASA, erguido como un gigante de hormigón en el Centro Espacial Kennedy, en Florida.
Su construcción comenzó en agosto de 1963 como un proyecto enmarcado dentro del programa Apolo de la agencia espacial estadounidense. En 1965 estaba listo para construir en su interior cohetes de la talla del Saturno V, cuya altura superaba la de la Estatua de la Libertad. Durante los últimos años se ha utilizado sobre todo para montar la flota de transbordadores de la NASA.
En 2013 dio comienzo la remodelación del edificio para adecuarlo a sus nuevos y ambiciosos planes: la construcción del Sistema de Lanzamiento Espacial (SLE) y la nave Orión, que viajará a Marte en 2018. Según anunciaba la organización recientemente, la reforma casi ha concluido y el trabajo en los vehículos ha empezado.
Debido a la enorme talla de la nave –es uno de los mayores edificios del planeta−, los ingenieros de la NASA no solo tienen que preocuparse de las cuestiones técnicas, sino que también deben lidiar con un curioso fenómeno que ocurre en su interior: dentro de la fábrica de cohetes, llueve.
Las singulares precipitaciones que pueden observarse (y sentirse) de vez en cuando en el edificio son consecuencia del clima semitropical de Florida. Las temperaturas se mantienen suaves desde el invierno hasta la primavera, pero ascienden considerablemente en verano. El grado de humedad del aire puede superar el 90 %.
Así, el amplio espacio del interior de la nave se comporta como una atmósfera en miniatura. Como el aire caliente cercano al suelo tiene menor densidad que el de las capas superiores, “sube, sube y sube”, explica Robert Frost, un operador de vuelo de la NASA experto en tecnología de vehículos y de la Estación Espacial Internacional.
Durante la elevación, los gases se van enfriando poco a poco al entrar en contacto con las bolsas de aire frío que descienden debido a su mayor densidad. En el proceso, el vapor de agua se condensa al disminuir su temperatura. “Cuando llega al techo del edificio, se forman acumulaciones de líquido en las paredes y a veces puede observarse una neblina”, dice Frost.
Las ligeras nubes terminan por liberar su carga sobre los trabajadores, andamios y cohetes, aunque tampoco se trata de grandes chubascos. “El fenómeno es verídico, pero a veces se exagera”, advierte el controlador de vuelos espaciales.
Si todo sale según lo previsto, las plataformas que faltan para ultimar el trabajo en las nuevas naves estarán instaladas en la primavera del año que viene. Aunque Orión no transportará humanos en su primer viaje acompañada por el SLE, servirá a la agencia estadounidense para allanar el camino a futuras misiones tripuladas a Marte.
Quizá a no les haga falta paraguas, pero seguro que los impermeables forman parte del uniforme de los operarios del mastodóntico edificio de la NASA.
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