LLUVIA DE ANILLOS
Saturno está perdiendo sus anillos a un ritmo alarmante
Cien millones de años son una eternidad para un terrícola, pero se pasan volando para un planeta como Saturno, que tiene 4.000 millones de años. Y ese es el tiempo que los científicos estiman que le queda a sus característicos anillos.
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De entre las maravillas extraterrestres que pueblan el vasto universo, los anillos de Saturno son una de las que más han cautivado la imaginación de muchos. Lo que la mayoría no saben es que ese rasgo distintivo tan peculiar no va a durar para siempre. De hecho, gracias a los datos combinados de las observaciones de las sondas Voyager 1 y 2 y Cassini, se ha determinado que están desapareciendo a gran velocidad (o, al menos, a lo que en términos espaciales es una gran velocidad).
Los característicos anillos de Saturno podrían desintegrarse y caer sobre el planeta en menos de 100 millones de años (que no parece muy deprisa, pero lo es si tenemos en cuenta que la edad del planeta es de unos 4.000 millones de años), en un proceso que se conoce como “lluvia de anillos”. Los científicos estiman que este colosal chaparrón de otro mundo sería suficiente para llenar una piscina olímpica en tan solo media hora.
Otra cuestión que queda algo más clara gracias a las nuevas investigaciones es la del origen de los anillos de Saturno. Durante mucho tiempo los científicos se han preguntado si se formaron al mismo tiempo que el planeta o más adelante, y los recientes hallazgos favorecen esta última hipótesis. Es poco probable que los anillos tengan más de 100 millones de años, pues es el tiempo que habría tardado el anillo C en ser tan fino como es hoy, suponiendo que en sus mejores tiempos fue tan denso como el actual anillo B.
Son varias las teorías que existen sobre su origen. Entre otras, que los anillos podrían haberse formado tras la colisión entre una luna de Saturno y un cometa, o entre varias de sus muchas lunas, que dejó restos suspendidos que, tras ser capturados por la gravedad del planeta, formaron los anillos.
Son todavía muchas las incógnitas que quedan por desvelar sobre este planeta y su peculiar seña de identidad, pero seguro que, mientras tanto, seguirá alimentando la imaginación de muchas generaciones. Al fin y al cabo, 100 millones de años son una eternidad para unos simples terrícolas.
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