LA GUERRA, LA RELIGIÓN Y EL MIEDO A VECES FRENAN EL PROGRESO
Arquímedes sabía mucho más de lo que creíamos: lo que ocultan las páginas olvidadas de la historia
La imaginación científica siempre va por delante de la imaginación social necesaria para aprovecharla. A veces, miles de años antes. Y, sin embargo, la mayor parte de las veces persiste.
Publicidad
Los seres humanos somos especialistas en perder oportunidades. Herón de Alejandría inventó el “motor de vapor” (o una versión de ella) ya en el siglo I después de Cristo y, pese a ello, tuvimos que esperar hasta el siglo XVII para que la 'eolípila' acabara siendo algo más que un juguete con connotaciones religioso-recreativas.
Los molinos de agua, una tecnología tradicionalmente asociada a la Edad Media y al fin de la economía esclavista romana, se popularizó también en el siglo I d.C. Y así podríamos seguir con un invento tras de otro: la imaginación científica, teórica y tecnológica tiene la tendencia de adelantarse mucho (a veces, demasiado) a la imaginación social y política.
Lo que ocultan las bibliotecas
También se adelanta más que la religiosa. Porque, aunque ahora la ciencia los mira con recelo, los monasterios fueron uno de los 'Sillicon Valley' del fin del Imperio romano. El historiador Lynn White Jr ha escrito mucho sobre cómo las innovaciones monásticas impulsaron reformas radicalesen la estructura productiva de Europa (el arado de ruedas, las herraduras, la rotación de cultivos institucionalizada…). Es cierto, pero aún así se quedaron muy cortos.
Hubo muchísimos contenidos y descubrimientos clásicos que perdieron su utilidad y significación dentro de unos muros enclaustrados que ya estaban gestando el mundo que vendría después. El mejor ejemplo es el manuscrito de Arquímedes: un tratado que contenía suficientes conocimientos científicos para haber revolucionado el mundo, pero que sencillamente cayó en el olvido.
La historia es sencilla y nos habla de como en algunas de las épocas más desorganizadas de la Humanidad hubo copistas que mantuvieron vivas esas teorías clásicas pese a no saber qué significaban y pese a no tener ninguna utilidad para ellos. Y fue así durante siglos.
El manuscrito de Arquímedes, el manual con gran parte de los trabajos, teorías e ideas matemáticas del genio de Siracusa, se siguió copiando durante cientos de años hasta que en torno al siglo X la escasez de pergamino persuadió a algún monje de usarlo como libro de oraciones.
Un manuscrito 'maldito'
Ese libro, con sus ecuaciones debidamente borradas, sobrevivió oculto bajo los salmos y la liturgia de las horas en la biblioteca de la Gran Laura de San Sabas, en pleno desierto de Judea. Hasta que en algún momento apareció en una biblioteca de Constantinopla. Era ya 1906.
Allí lo encontró Johan Ludvig Heiberg que, casi al instante, se dio cuenta de lo que tenía entre manos. Con tremendas dificultades, consiguió componer una imagen muy clara del documento: no sólo se trata de un tratado de la matemática de Arquímedes, sino que en él se explicaba cómo había desarrollado las teorías. Era una bomba. Tanto, que llegó a la portada de 'The New York Times'.
Mientras desentrañaba las claves del manuscrito sin más ayuda que una lupa, estalló la Primera Guerra Mundial. Ahí se perdió de nuevo. En 1971 una página apareció en una biblioteca cerca de Cambridge, sólo una, y los expertos perdieron casi toda esperanza.
Eso fue así hasta que en 1991 alguien encontró un palimpsesto (un libro de pergaminos limpiados y reutilizados) en París. Según contaban sus actuales propietarios, un familiar había viajado en los años '20 a Turquía y había vuelto con él de recuerdo. No está claro si era cierto: lo único claro es que estaba pésimamente conservado.
Aún hoy seguimos usando nuestra mejor tecnología para conseguir descubrir todos los secretos que tiene el manuscrito, pero hay muchas preguntas que van más allá. Manuscritos secretos, tablillas de barro, textos perdidos ¿qué más cosas hay ocultas ahí fuera? ¿Qué ocultan las viejas bibliotecas de la humanidad?
Publicidad