PETRÓLEO QUE SE COME, CARBÓN QUE CURA
Aspirinas, vitaminas o clorofila: casi todo lo que te llevas a la boca está hecho con petróleo
Sorprendentemente, la síntesis orgánica (la creación de biocomponentes complejos a partir de otros más simples) es una gran desconocida. Y eso pese a es una de las técnicas químicas más importantes que ha descubierto la humanidad. Así es como aprendimos a recrear a la naturaleza.
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Eran los años 80 de siglo XIX cuando Nietzsche pregonaba que Dios había muerto. Pero como decía el químico soviético Oparin, en todo caso, Dios empezó a morir 50 años antes. Cuando Wöhler descubrió por accidente como sintetizar la urea.
No vamos a hablar de teología, claro. pero me gusta recordar esta anécdota para que nos hagamos una idea de la importancia que el hallazgo de Wöhler tuvo para la química moderna. No en vano él solo tumbó alguna de las teorías más potentes del momento.
Crear los componentes de la vida en el laboratorio
El vitalismo (que normalmente asociamos a Berzelius, el maestro de Wöhler, pero que estaba muy extendido) entendía que el mundo se dividía en dos tipos de sustancias: las orgánicas y las inorgánicas. Es más, para los vitalistas las sustancias inorgánicas no podían producir compuestos inorgánicos.
Estos se producían por los seres vivos a través de una especie de fuerza vital (*vis vitalis*) que, como un soplo divino, insuflaba vida a todo lo que tocaban. Sonaba bien. El único problema es que era mentira. Un día de 1828, calentando cianato amónico, Wöhler descubrió que se transformaba en otra cosa. Lo siguiente fue una sorpresa mayúscula, absoluta, elefantiásica.
No podía ser verdad. Repitió una y otra vez la misma reacción y siempre daba el mismo resultado: ¡Urea! En aquel momento era como si Wöhler hubiera creado vida de la nada. Y, claro, la comunidad científica del momento no estaba dispuesto a aceptarlo.
Berzelius y el resto de químicos vitalistas se negaron a creer en la urea sintética con uñas y dientes. Llegaron incluso a negar que la urea fuera un producto orgánico pese a que resultaba evidente que sí lo era.
Al menos hasta que unos años después Kolbe sintetizara el ácido salicílico de dos componentes totalmente inorgánicos: el dióxido de carbono y el fenol (un subproducto del carbón). Ese fue el comienzo de todo lo que vendría después.
La era de la química
¿Qué vino después? Una forma de construir moléculas orgánicas a partir de 'piezas' más simples (piezas que normalmente que salen de los hidrocarburos). Sí, efectivamente. Da igual que sea la vitamina b12, aspirina, el L-Dopa, la feromona de la cucaracha o varias docenas de insecticidas, todo viene del petróleo, del carbón y de otros productos parecidos.
Se llama síntesis orgánica y sobre esa técnica se construye buena parte de las industrias farmacéutica, alimentaria y química actuales. Porque sí, casi todos los productos químicos que conocemos son producto de una reacción (cada una la suya) que los genera desde componentes más simples. Es, en definitiva, el reconocimiento de que no importa el origen del compuesto. Lo que define quién es, es su estructura.
La síntesis química y el mundo contemporáneo
Y menos mal. Este tipo de síntesis son parte de la naturaleza. Por ejemplo, ni hongos, ni plantas, ni animales pueden producir vitamina B12 (una vitamina esencial para el funcionamiento del metabolismo humano).
Solo ciertos tipos de bacterias son capaces de sintetizarla, sin embargo, muchos alimentos la tienen. De no ser por esa 'versión natural' de la síntesis orgánica, estaríamos sencillamente muertos. Hay cientos de compuestos esenciales que hoy podemos hacer artificialmente gracias a estas técnicas.
Por eso, me resulta curioso que hablamos tan poco sobre cómo se fabrican las cosas que consumimos y que nos mantienen sanos. Sí, efectivamente, eso que tenemos en el botiquín es puro petróleo. Y no pasa nada. AL revés, es muy positivo, revolucionario.
Es algo que tenemos que reivindicar. Sobre todo, porque esa reivindicación es la única forma que tenemos de escapar de una quimofobia que cada día está más extendida.
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