CÓMO LA MEDICINA PUSO DE MODA AL HOMBRE BARBUDO
La barba hipster era el remedio contra el catarro en el siglo XIX
Una de las razones por que los hombres decimonónicos pasaron a ser lampiños a barbudos de una década a otra fue una suposición médica. La barba prevenía del catarro o de cualquier otra enfermedad infecciosa.
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De las caras empolvadas y blancas del siglo XVIII, la figura masculina cambió por completo. Los rostros ilustrados -rapados y suaves, como los de un niño- mutaron. La barba frondosa se puso de moda.
Muchos fueron los motivos. No en vano, el siglo XIX los héroes no eran ni futbolistas ni cantantes de rock. Hablamos de la centuria de los exploradores, viajeros, cazadores, nómadas y descubridores de nuevos territorios que regresaban a casa con los pies polvorientos y las barbas hasta los pulmones.
Igual que hoy un delantero centro se rapa la cabeza y las peluquerías se llenan de jóvenes pidiendo el mismo corte de pelo, en la época vitoriana la barba era signo de audacia y aventura. Y todo ser urbanita y sedentario quería tener una para aparentar hazañas que realizaban otros.
Sin embargo, hubo otra gran razón para que el hombre pasara de una hermosura sin pelo a un bosque rizado bajo la nariz y la boca.
La culpa fue de la teoría de los gérmenes.
La revolución industrial escavaba profundas minas, pero también construía largas chimeneas. Y la comunidad médica de la Inglaterra victoriana difundía el miedo a los múltiples gérmenes que circulaban en el ambiente. Estaban por todas partes y causaban mil enfermedades. Había auténtico terror a ese enemigo invisible.
“En 1850, los médicos alentaban a los hombres a que se dejasen barba, como un medio para protegerse de enfermedades. Como una especie de filtro. Una barba espesa podría capturar las impurezas antes de que pudieran entrar en el cuerpo”, explica el historiador médico Alun Withey, de la Universidad de Exeter (Inglaterra).
La extraña apuesta médica del vello facial, como prevención de catarros, gripes o infecciones de pecho o garganta, no solo creó tendencia masculina, sino que de ella también sacaron tajada los curanderos.
No todos los jóvenes podían dejarse barba, aunque quisieran, ni por edad ni por genética. Ahí, en la imposibilidad, encontraron negocio los vendedores de crecepelo.
Por aquel entonces, el producto que más embaucaba era ‘Beard Generator’, según desvela el experto de la Universidad de Exeter.
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