ALTERANDO EL PARQUÉ CON ALGORITMOS
Las Bolsas mundiales en manos de los algoritmos: así son los 'flash crash'
El 7 de octubre la libra esterlina se desplomó un 6% en solo dos minutos. Parte de culpa la tuvo el Brexit. La otra parte, según parece, un robot.
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Hubo un tiempo, según parece, en que la Bolsa tenía motivos para desplomarse. Algo ocurría en el mundo real y, como consecuencia, los parqués temblaban. Ese tiempo quedó atrás: ahora la Bolsa va por su lado y el mundo real por el suyo. Un ejemplo lo tuvimos hace unos días, cuando la libra se desplomó un 6% en sólo dos minutos sin que, en realidad, pasase nada de nada.
El nombre técnico del fenómeno es 'flash crash', y lo más divertido del asunto es que no siempre se llega a entender por qué ocurre, ni cómo. La economía, en este punto, se solapa con la metafísica. ¿Un error humano? Puede ser. Se han dado casos en que un operador de Bolsa ha tecleado la letra equivocada (la B de 'billions' en lugar de la M de 'millions', por ejemplo) arrasando así la economía de un país. ¿Y un error informático? Pues también puede ser: basta con que un algoritmo esté mal programado (sin querer o a posta).
El ejemplo más célebre de 'flash crash' producido por un algoritmo tuvo lugar en 2010, cuando Estados Unidos se fue a la quiebra durante unos angustiosos minutos. Tras el desconcierto inicial, la sospecha se centró en los robots. Todo hacía indicar que un algoritmo mal programado era el responsable. Años más tarde un operador fue detenido en Londres por haber manipulado las cotizaciones de aquel fatídico día (según algunas fuentes, desde el PC de su casa). El algoritmo seguía teniendo la culpa, pero ya no se hablaba de un error de programación, sino de un sabotaje deliberado.
Porque la Bolsa, en efecto, ya no es un campo de juego humano, o no exclusivamente humano al menos. Ahora compartimos terreno con los robots. Y la razón para hacerlo es muy sencilla: los humanos tenemos grandes cualidades, pero los robots nos ganan en una. Son más rápidos. Y en lo que respecta a la Bolsa, la velocidad es esencial. Los robots son capaces de hacer operaciones en millonésimas de segundo, mucho más rápido que nosotros. Eso, como es obvio, implica que deben tomar sus propias decisiones. Y ahí entran en juego los algoritmos: su programación, su lógica… y también su ética.
Los más apocalípticos consideran que dejar la economía del mundo en manos de algoritmos es una jugada, como poco, arriesgada. Pero, a día de hoy, nadie parece tener un 'plan b'. La Bolsa ha entrado en una espiral de robotización imparable. ¿Quién estaría ahora dispuesto a dar marcha atrás? Es más: ¿cómo demonios podríamos hacerlo?
Fueron muchos los expertos en Bolsa que, a propósito del 'flash crash' del pasado día 7, aparecieron en medios de todo el mundo diciendo que, en fin, tenemos que ir acostumbrándonos a este tipo de cosas. Que, a partir de ahora, será un concepto habitual en las páginas salmón. Los robots se equivocarán, un algoritmo fallará o será manipulado deliberadamente desde algún ordenador doméstico y habrá monedas que caigan o quizá, quién sabe, economías enteras que se vayan por el desagüe. Ahí, dicen esos mismos expertos, es donde debe entrar en juego la mente humana: en la posterior gestión de la crisis. El que no se consuela es porque no quiere. Incluso en la Bolsa.
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