Según un estudio de la Universidad de Illinois en Chicago
Cada vez más mujeres pasean con el móvil en la mano por la calle sin que lo estén usando
Caminan con prisa o distraídamente, no están enviando mensajes ni recibiendo una llamada, ni haciendo fotos con el smartphone; pero lo llevan en la mano como si les fuera la vida en ello. ¿A qué se debe este fenómeno?
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Una reciente investigación de la Universidad de Illinois en Chicago acaba de desvelar que las mujeres son más propensas a pasear sin usar el teléfono móvil, pero con el dispositivo firmemente en la mano y no en el bolsillo o mochila.
Para llegar a esta conclusión, Laura Schaposnik y James Unwin analizaron a 3.038 adultos (de los cuáles 1.633 eran mujeres de entre 21 y 65 años, con una edad promedio de 35 años) en seis puntos turísticos de París con gran afluencia de peatones, entre las 11 de la mañana y las seis de la tarde, entre semana y fines de semana. Observaban su comportamiento desde lejos, a una distancia de 20 a 30 metros, sin interaccionar con ellos.
Una mujer sola, un móvil en la mano
En su estudio diferenciaban a quienes claramente caminaban acompañados por alguien o iban solos, hombres o mujeres, quienes usaban realmente el teléfono mientras se desplazaban y los que eran evidentes “paseantes de teléfonos”.
Curiosamente, de esa muestra de 3.038 peatones, un 22% llevaba su móvil como el que camina con un café para llevar, sin usarlo. Y entre esos 674 sujetos, el 33% eran mujeres frente al 20% de hombres.
Otro dato curioso es que este fenómeno suele darse cuando caminan solos (un 37% de las mujeres y un 30% de los hombres) pero no es tan frecuente cuando van acompañados.
Las parejas mixtas hacen que el móvil se guarde en el 82% de los casos. Solo el 30% de las mujeres atendió una llamada de móvil cuando caminaba junto a un hombre, cifra que descendió incluso al 23% de llamadas atendidas por hombres cuando iban acompañados de una mujer.
“El fenómeno de los paseantes de teléfonos puede surgir por diferentes razones según el sexo del individuo. Sin embargo, considerando el avance de la tecnología y la actitud que los humanos tienen para comunicarse por móvil, deberíamos considerar motivos comunes a ambos sexos".
"No se trata de una cuestión de necesidad, porque no tengan bolsillos o bolsos para guardar el móvil. Existen cuatro razones para convertirse en “paseantes de teléfonos”, para hombres y mujeres: estar disponibles de inmediato, dependencia psicológica del móvil, por seguridad personal y por estatus o apariencia social”, plantean los investigadores en su estudio.
Esto explicaría que las parejas mixtas -y se asume que sentimentales- no lleven el móvil en la mano porque ya no necesitan estar pendientes del mensaje de texto romántico que espera respuesta inmediata.
Los solteros, según afirman en el estudio, no tienen esa suerte y van por la vida pendientes de recibir una llamada o un mensaje, salvo cuando caminan acompañados. Y aquí entra el siguiente problema: la adicción al móvil, que también afecta más a las mujeres.
Una exhaustiva revisión de los casos de adictos al móvil en España, desarrollada por la Universidad Complutense de Madrid, relacionaba el enganche al smartphone con variables de la personalidad como la autoestima, impulsividad, la autoimagen, el neuroticismo o la extraversión, y por consiguiente problemas como ansiedad, estrés o alteraciones del sueño.
Y eso por no hablar de los trastornos directamente relacionados con los móviles, como la "Nomophobia" (que viene de No-Mobile-Phobia), "FOMO" (Fear of Missing Out) -el miedo a estar desconectado, sin Internet, wifi o móvil-, la "Textaphrenia" y "Ringxiety", que es la sensación imaginaria de haber recibido la vibración de un mensaje de texto o llamada, y nos obliga a revisar constantemente el dispositivo, y la "Textiety", que es pura ansiedad por recibir y responder inmediatamente a los mensajes de texto.
Por último, los “paseantes de teléfonos” -y sobre todo mujeres- pueden caminar fingiendo que están charlando o escribiéndose con alguien por motivos de seguridad, para ahuyentar a posibles atacantes con el clásico “Ya estoy llegando, mamá”. Un fenómeno que si el estudio se hubiera realizado en horario nocturno y fines de semana posiblemente habría disparado las estadísticas.
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