NO PRESTAMOS ATENCIÓN A LOS DETALLES
Ceguera al cambio: cuando todo cambia alrededor y no nos damos cuenta
Diariamente estamos sometidos a miles de impactos visuales que, en la mayoría de los casos, pasan desapercibidos para nosotros. Así, muchas veces no nos damos cuenta de pequeños pero sustanciales cambios que se producen a nuestro alrededor.
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El ser humano es un animal de costumbres que, día tras día, realiza la mayoría de las cosas de un modo rutinario y sin fijarse en la mayoría de los detalles.
Podemos hacer un mismo trayecto a diario durante años, desde nuestra casa hasta el trabajo, pero si algo cambia por el camino -han colocado un anuncio luminoso, han pintado una valla, puesto o quitado una señal de tráfico…- seremos prácticamente inconscientes de ello. A este fenómeno de percepción se le conoce como ‘ceguera al cambio’.
Nuestro cerebro recibe a diario a través de todos nuestros sentidos cientos de miles de impactos –ya sean visuales, olfativos, táctiles o de cualquier otro modo- y le es imposible poder gestionar todos en el mismo momento, motivo por el que se convierte en ‘selectivo’ y da prioridad a aquello que realmente puede ser decisivo para nuestra supervivencia. De ahí que nos percatemos mucho más rápido de un olor desagradable que el de una fragancia. Lo mismo ocurre en lo que respecta a lo que percibimos visualmente.
Esto provoca que, centrándonos solo en el aspecto de la ceguera al cambio, pasen desapercibidos multitud de detalles en nuestra rutina diaria.
Hay un famoso pasatiempo que consiste en encontrar, entre dos imágenes exactamente iguales, las siete diferencias que se encuentran escondidas. Prestando la suficiente atención se detectan con facilidad, pero a simple vista pasa totalmente desapercibidos aquellos elementos distintos.
Así, podemos estar visitando un mismo local a diario durante años y no darnos cuenta de alguna particularidad, como que han cambiado parte del mobiliario, se ha movido de sitio algún elemento o incluso que han pintado las paredes. Evidentemente con estos ejemplos estamos generalizando, existiendo muchas personas que sí se dan cuenta de dichos cambios.
Lo mismo pasa con nuestro cuerpo
También nosotros mismos somos prácticamente ciegos en lo que respecta al transcurrir del tiempo en nuestro propio cuerpo. Nos vemos a diario reflejados en el espejo pero, aunque somos conscientes de que vamos cumpliendo años y nos hacemos mayores, es cuando revisamos fotos o vídeos de hace unos cuantos años cuando realmente nos damos cuenta de ese envejecimiento que hemos padecido. Esto es lo que se conoce como ‘ceguera al cambio gradual’.
Lo mismo ocurre con personas a las que conocemos y a quienes no vemos durante un tiempo. En el reencuentro nos percatamos de cambios sustanciales en su apariencia, e incluso llegaremos a plantearnos si nosotros hemos cambiado o envejecido de ese modo. Sin embargo, cuando las vemos a diario se nos pasan desapercibidos esos detalles.
El hecho de que nuestro cerebro sea el que selecciona qué cosas de las que vemos a diario son de vital importancia y por tanto quedan retenidas en nuestra memoria visual y cuáles son descartadas hace que, en multitud de ocasiones, nos mantengamos distraídos sin prestar especial atención a algunas cosas rutinarias. Por ejemplo, a la hora de conducir.
Realizamos un mismo trayecto diario y no percibiremos muchos de los cambios que se produzcan por el camino, o incluso al estar parados en un semáforo no siempre prestaremos atención total al disco. Si nuestro auto es el primero es muy probable que la luz cambie de rojo a verde y que no nos percatemos de ello –a todos nos ha ocurrido alguna vez, a pesar de estar mirando-. Sin embargo habrá conductores que están detrás de nosotros, y atentos a que se produzca ese cambio, que se percatarán de ello y sin tiempo de espera tocaran el claxon.
La ceguera al cambio también es utilizada por magos y prestidigitadores para realizar sus famosos números de magia sin que los espectadores se percaten de dónde está el truco.
Evidentemente, esto suele ocurrir porque focalizamos la atención en un punto –por ejemplo las manos del ilusionista- mientras alrededor están sucediendo otras cosas de las que no acabamos siendo conscientes.
Existen varios experimentos con los que se intenta demostrar nuestra ceguera al cambio –que muchas ocasiones se convierte en una ‘ceguera cognitiva o por falta de atención’- y en las que una persona para a otra por la calle y le pide que le indique, por ejemplo, cómo llegar a algún lugar. En un momento de la explicación cruzan por medio otros individuos –ya sea en grupo o portando un cuadro o mueble de grandes dimensiones- en el que va otra persona exactamente vestida como la que ha realizado la pregunta al viandante y se cambian rápidamente. Esa otra persona suele ser de rasgos muy diferentes a la primera y, sin embargo, el individuo con el que están hablando ni se ha percatado del cambio.
También es famoso un experimento que circula por la red en forma de vídeo en el que se realiza un truco de manos con una baraja de cartas. Está rodado en un plano secuencia sin interrupciones, aunque se utiliza el zoom en varias ocasiones para ver de cerca las cartas. En ese transcurso varias son las cosas que cambian alrededor –la ropa, el mantel de la mesa, la cortina que hay detrás…- pero son poquísimas las personas que tras un primer visionado son capaces de darse cuenta de todo lo que ha cambiado en el plano general, siendo eso lo que se conoce como ‘ceguera al cambio brusco’.
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