EL PESIMISMO PODRÍA SER GENÉTICO
La Ciencia te explica por qué eres la persona más pesimista del mundo
"Un pesimista ve dificultad en cada oportunidad. Un optimista ve oportunidad en cada dificultad", decía el político británico Winston Churchill. La ciencia tiene mucho que decir sobre las causas y las consecuencias de que seamos capaces o no de detectar la cara amable de las cosas.
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Que tiendas a ver la vida de color de rosa o en escala de grises podría estar escrito en tus genes. Y es que existen personas cuyo ADN las predispone a ver siempre el vaso medio vacío, según revelaba un estudio de la Universidad de la Columbia Británica (Canadá) del que se hacía eco la revista Psychological Science.
Los pesimistas genéticos tienen una variante del gen ADRA2b que influye en la hormona y neurotransmisor norepinefrina, que juega un papel esencial en la creación de recuerdos emociones y en la percepción del transcurso del tiempo.
Quienes la tienen en su genoma viven los momentos que suponen una carga emocional negativa con más intensidad que el resto, y además detectan con más facilidad los rostros enfadados en medio de una multitud y los peligros que acechan en un entorno natural (una piedra a punto de caerse, un suelo resbaladizo...), donde otros aprecian, sobre todo, la belleza. Dicho de otro modo, su percepción emocional está genéticamente configurada para identificar el lado oscuro de las cosas.
Esto no solo afecta a su personalidad, sino también a su corazón. De acuerdo con un estudio realizado por la Escuela Pública de Salud de Harvard (EEUU), las personas optimistas y satisfechas con su vida tienen el corazón más sano, y corren menos riesgo de sufrir infartos, ictus y otros accidentes cardiovasculares.
Por otro lado, el Instituto Calltech ha analizado con ayuda de imágenes obtenidas mediante resonancia magnética cómo afecta el pesimismo al cerebro a la hora de tomar decisiones y sus resultados no deja lugar a dudas: el cerebro de los optimistas trabaja más y mejor ante la esperanza de triunfar y alcanzar el éxito que los pesimistas, centrados en el costo que supondría perder o fracasar.
En concreto, el pesimismo supone un descenso de la actividad y la velocidad de respuesta de de la corteza parietal posterior, donde los estímulos sensoriales se transforman en planes de acción. Dicho de otro modo, si tenemos en mente que podemos hacerlo mal es más probable que lo hagamos mal.
Con todo, hay que admitir que hasta el pesimismo tiene su lado bueno. Al menos desde el punto de vista de la salud, ya que ser pesimista puede alargar la vida. Es la conclusión a la que llegaron Frieder R. Lang y sus colegas de la Universidad Erlangen-Nuremberg, en Alemania, que comprobaron que ser excesivamente optimistas sobre lo que nos depara el futuro es peor para la salud que tener bajas expectativas acerca de lo que está por venir.
Lo beneficioso del pesimismo, según Lang, es que empuja a las personas a vivir tomando más precauciones de lo habitual y cuidando su salud con más esmero.
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