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MÁS FUNDAMENTO DE LO QUE PARECE

Cinco refranes explicados con ciencia

No sólo son cosas del saber popular: los refranes pueden acomodar bajo el paso de los años un conocimiento científicamente demostrable.

A nadie le amarga un dulce

A nadie le amarga un dulce Lucía García

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Dios los cría y ellos aplican matrices de traslación para minimizar la distancia. Los refranes y los chascarrillos populares tienen más fundamento científico del que pudiera parecer a primera vista. Aquí van algunos ejemplos

El que mucho abarca, poco aprieta

Efectuar varias acciones simultáneamente dificulta la concentración. Hay estudios que demuestran que las personas que acostumbran a realizar distintas tareas a la vez son más sensibles a las distracciones, por lo que tienen una capacidad menor para realizar correctamente cada tarea específica incluso aunque sólo se ocupen de una de estas de forma aislada.

A nadie le amarga un dulce

Los dulces potencian la liberación de encefalina, una sustancia química natural que genera en el cerebro una sensación de placer similar a la que produce la morfina. Esto explicaría por qué hay personas que tienen la necesidad de consumir ciertos productos en exceso, como el chocolate.

Haz el bien y no mires a quien

La teoría de la evolución explica la aparición del altruismo como una ventaja evolutiva para las sociedades que lo practican, de modo que sus miembros tienen más posibilidades de sobrevivir.

Además, el altruismo genera efectos positivos en el cerebro: cuando realizamos una acción desinteresada por el bien de alguien más se activa el circuito de recompensa de nuestro cerebro del mismo modo que cuando nos ocurre algo bueno a nosotros mismos.

Del amor al odio hay un paso

Cuando pensamos una cosa y hacemos la contraria experimentamos una tensión que se llama disonancia cognitiva. Así, en el caso de una ruptura nuestro cerebro no puede cambiar la realidad dolorosa que está viviendo, por lo que para liberar tensión lo que hace es cambiar de opinión sobre la persona amada.

Cuenta hasta diez

Diez segundos: ese es el tiempo durante el que tomamos las decisiones de manera instintiva, basándonos únicamente en emociones primarias reguladas por el tálamo. Pasado ese tiempo, la corteza cerebral aporta información adicional al proceso por lo que este tiempo marca la diferencia entre actuar impulsivamente o de una forma más reflexionada.

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