NUESTRO PENSAMIENTO ESTÁ DETERMINADO TAMBIÉN POR LA ROPA
Cognición vestida: cómo la ropa que llevamos nos hace pensar de una determinada forma
La ropa y los complementos no sólo sirven para exhibirse por la pasarela, para demostrar nuestro poderío económico o para definirnos en una tribu urbana o clase social. Ni tampoco sólo sirve para ocultar nuestras vergüenzas impúdicas o para protegernos del frío. La ropa y los complementos, además de todo eso, sirven para determinar qué pensamos y cómo nos comportamos.
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La 'cognición vestida' es una variante de un campo de estudio científico conocido como 'cognición encarnada', que considera que los humanos piensan no sólo con su cerebro, sino con su cuerpo. De tal modo que si vestimos de determinada manera o llevamos con nosotros determinados objetos, eso afectará no sólo a nuestra forma de pensar, sino también a cómo nos comportamos.
De esta forma, la cognición vestida es un fenómeno psicológico que estudia la influencia que tiene la ropa en nuestros procesos cognitivos y de toma de decisiones, pues admite que adaptamos inconscientemente nuestro comportamiento a las personas o símbolos de nuestro alrededor. Así pues, de igual forma que hablamos más despacio cuando nos dirigimos a un anciano o de forma más aguda cuando nos dirigimos a un bebé, tampoco hablamos del mismo modo a alguien que viste traje elegante respecto a otra persona que viste una chaqueta de cuero; y al abordar de modo distinto a esas personas, ellas también se comportarán diferente al respecto.
Por ejemplo, hay un estudio del Kellogg School of Management de la Northwestern University que señala que si nos uniformamos con una bata que nos han dicho que pertenecía a un médico prestamos mayor atención a lo que sucede a nuestro alrededor y nos volvemos más observadores y analíticos que si nos ponemos esa misma bata pero previamente nos dicen que pertenecía a un pintor.
La magia de la ropa
Como explica Martin Lindstrom en su libro 'Small Data', "si tú o yo llevamos un portapapeles, en general nos sentimos más importantes, organizados y atentos a lo que tenemos que hacer ese día. Por razones inconscientes, asociamos el acto de lavarse las manos con la limpieza moral, y también valoramos a las personas que sostienen una taza de café como más cálidas y accesibles que a la gente que sostiene un vaso de té helado."
El uso de la ropa formal también estimula el pensamiento abstracto, porque nos hace sentir más poderosos y altera la forma básica en la que percibimos el mundo, tal y como se desprende de otro estudio realizado por Abraham Rutchick, profesor de psicología en la Universidad Estatal de California bajo el título de 'The Cognitive Consequences of Formal Clothing' (Las consecuencia cognitivas de la ropa formal).
Entre otros factores, el pensamiento abstracto propiciado por la forma formal puede permitir a una persona pensar en el dinero de una forma que le ayudaría al ahorro, ya que esta perspectiva rechaza las compras impulsivas.
Morton Walker y Gerald Faber Birren también ha sugerido que la simple presencia del rojo en la ropa que vestimos, además de hacernos parecer más atractivos, puede aumentar la adrenalina de nuestro organismo, así como su presión arterial. Por ejemplo, en un estudio publicado en la revista 'Nature' se comprobó que en los combates igualados de los deportes de lucha en la Olimpiada de Atenas 2004 el rojo ganó el 62% de las veces.
Eva Heller, experta en el campo de los efectos que producen los colores y autora del libro 'Psicología del color', está convencida de que los colores pueden cambiar tanto la percepción de las cosas que incluso son capaces de alterar su masa percibida. Por ello, en general una caja de color negro resulta más pesada que una caja de color blanco, aunque ambas sean exactamente iguales.
Y es que como escribe Yvonne Deslandres en su libro 'El traje, imagen del hombre', “uno se equivoca al decir que el hábito no hace al monje. En el plano social, lo que se da es justamente lo contrario, y el comportamiento no sólo aparece estrechamente ligado al traje, sino que éste es algo así como el signo visible de cada función social”.
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