UN ESTUDIO ANALIZA SUS EFECTOS CONTAMINANTES EN VENECIA
¿Contaminan los perfumes?
Es uno de los regalos navideños estrella entre adultos. Y desde hace poco, también sospechoso de contaminar el agua y el aire que respiramos.
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Navegando por los canales de Venecia se respira romance, amor... Pero también un cierto tufillo a perfume. Un equipo de investigadores de la Universidad Ca Foscari ha escogido a la ciudad italiana de las góndolas para responder a una pregunta que sin duda nos interesa a todos: ¿contaminan los perfumes?
Entre abril y diciembre de 2015, los investigadores recogieron muestras de agua de los canales del centro histórico de Venecia, de la cercana isla de Burano y de toda la laguna de venecia. Querían seguir el rastro de 17 fragancias de uso común en perfumes, jabones, champús y cosméticos que, además se consideran químicamente estables. Con nombres tan raros como Isobutavan, Amberketal y Okoumal.
Los análisis revelaron que todas estaban presentes tanto cerca de zonas residenciales como en áreas deshabitadas de la laguna. Sin embargo, su concentración era 500 veces superior en los canales venecianos más céntricos. Un dato a tener muy en cuenta ya que en Venecia no existen las alcantarillas, y el tratamiento de las aguas residuales se hace con tanques biológicos que luego vierten a los canales.
"Hemos realizado un estudio pionero de la permanencia en el medio ambiente de un nuevo tipo de contaminantes potenciales", declaraba Marco Vecchiato, principal autor del estudio.
Aunque de momento parece que los niveles de fragancias no son suficientes para tacharlos de tóxicos para los organismos marinos, no hay datos sobre las consecuencias de la exposición prolongada a bajas dosis de estas sustancias. "Hemos dado el primer paso, pero queda mucho por hacer", recalcaba Vecchiato.
No solo hay que prestar atención a las fragancias que se acumulan en el agua. Los científicos también han colocado en el punto de mira a las moléculas perfumadas que circulan por el aire. Un reciente estudio británico sacó a relucir que los ambientadores, los desodorantes y las velas con olor, entre otros productos doméstico, causan problemas de toxicidad comparables al humo del tabaco de segunda mano. Y aseguran que están reduciendo la calidad del aire en espacios cerrados.
Uno de los más habituales, el limoneno, con aroma a cítrico, puede transformarse en formaldehido, una molécula que irrita la piel y los ojos y, lo que es más grave, aumenta el riesgo de padecer cánceres de nariz y garganta.
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