PUEDE DESMORALIZAR
Demostrado: el castigo no es el método más efectivo para hacernos cooperar
Un estudio demuestra que las sanciones pueden tener un efecto desmoralizante en lugar de incentivar a las personas para que colaboren y sean solidarias.
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Desde épocas antiguas, las sociedades humanas han mantenido su estabilidad formando relaciones de cooperación. Sin embargo, cooperar tiene un precio. Por ejemplo, si una persona da la alarma a otros miembros del grupo sobre un peligro inminente puede estar poniendo en riesgo su vida al perder tiempo y no huir rápidamente.
Debido a este tipo de desventajas, no se sabe bien por qué la evolución ha favorecido este tipo de comportamiento colaborativo entre individuos egoístas que a veces son precisamente quienes la motivan. Una de las explicaciones posibles hay que buscarla en uno de los métodos más empleados tradicionalmente en la educación social para obligarnos a ello: el castigo.
Sin embargo, un equipo de científicos de la Universidad de Hokkaido y la Universidad Politécnica del Noroeste de China ha puesto en duda esta teoría en un estudio recogido en la publicación 'Proceedings of the National Academy of Sciences'. Lo han hecho investigando si plantear una represalia como opción contribuye a aumentar el nivel de cooperación en un grupo de personas o no.
Para ello, estos expertos han utilizado una versión del conocido juego del dilema del prisionero, un problema diseñado para demostrar que dos individuos pueden no cooperar incluso si hacerlo les beneficiara a ambos. Participaron en su experimento más de 200 estudiantes organizados en tres grupos que jugaron cada uno 50 rondas, y sólo en uno de los grupos introdujeron la posibilidad de que los jugadores pudieran castigar a sus contrincantes si no cooperaban.
La idea era que esta amenaza debería fomentar la colaboración, pero no ocurrió así: las represalias no aumentaron la cooperación entre ellos, sino que eran entendidas como una intención de producir algún daño y tenían un efecto desmoralizante. Quienes recibieron un castigo varias veces perdieron interés en el juego y en elegir la solidaridad antes que la competición.
Entonces, ¿por qué el castigo puede resultar persuasivo en las sociedades humanas? Según los investigadores, nuestro cerebro podría estar programado para encontrar placer en castigar a otros. Aunque la explicación más probable, según señalan, es que en la vida real un lado dominante tenga la habilidad de castigar sin obtener represalias.
A pesar de que sus conclusiones ayudan a comprender cómo la cooperación evoluciona hasta tener un papel formativo en las sociedades humanas, estos expertos advierten que los resultados no pueden extrapolarse a todos los ámbitos.
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