UN INVESTIGADOR FALSEÓ DATOS PARA SU PROVECHO ECONÓMICO
El fraudulento estudio que en 1998 dio origen al movimiento antivacunas
En los últimos años ha ido en aumento el número de personas que deciden no vacunar a sus hijos ante el temor de que estos enfermen o mueran. Esto se debe a la desinformación y tergiversación realizada desde varias plataformas antivacunas con el apoyo de un nutrido grupo de celebridades.
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Algunas enfermedades víricas que estaban en camino de erradicarse por completo del planeta -como era el caso del sarampión- y que apenas afectabna a grupos minoritarios y lugares muy específicos, mayoritariamente ubicados en países subdesarrollados del llamado 'Tercer Mundo', han reaparecido en los últimos años. El motivo: el cada vez más numeroso ‘movimiento antivacunas’.
Se trata de un colectivo que ha crecido de forma vertiginosa en la última década desde que algunas celebridades del mundo del cine, el deporte y la televisión encabezaran campañas en las que se ponía en duda el poder inmunológico de las vacunas, a las que acusaban de provocar múltiples reacciones adversas, entre ellas el autismo. El problema: que tales afirmaciones carecen de rigor científico alguno.
Se basan en un estudio publicado en 1998 en la revista médica 'The Lancet' por el gastroenterólogo británico Andrew Wakefield y en el que afirmaba que la vacuna de la 'triple vírica' -sarampión, paperas y rubeola- era la causante directa de lo que él denominó como 'enterocolitis autística'.
El suyo era un estudio totalmente sesgado y manipulado que tomó como muestra a una docena de niños autistas. Pero el altavoz que suponía que una publicación médica tan prestigiosa como 'The Lancet' publicara dichos resultados provocó que fuese ampliamente conocido.
También cabe destacar que el doctor Wakefield no era el único responsable del mencionado estudio -aunque sí el principal-, debido a que otros doce nombres de investigadores firmaban junto a él.
En fechas posteriores muchos fueron los especialistas e investigadores que intentaron hallar alguna relación directa entre la triple vírica y el espectro autista, no encontrando nada. Cada vez se hacía más evidente que el estudio de Wakefield era realmente un fraude de principio a fin.
Pero ya era tarde: el efecto 'bola de nieve' ya se había puesto en marcha y en sólo un año el número de vacunaciones en el Reino Unido habían descendido en un 7%, una cifra que se fue incrementando aún más a lo largo de la siguiente década pese a las advertencias sobre las inexactitudes fraudulentas del estudio.
Sin embargo Wakefield recibió numerosos apoyos, muchos de ellos provenientes de algunos personajes sumamente populares y que respaldaban la teoría de que un compuesto presente en la vacuna de la triple vírica contenía mercurio. Se trataba del tiomersal, el cual se utilizaba como conservante.
Ante tal posibilidad -y a pesar de que se demostró que no existía relación alguna- las autoridades sanitarias de un gran número de países decidieron eliminar el compuesto de la mayoría de vacunas, quedando sólo en unas pocas y en cantidades tan ínfimas que lo convertían en inocuo.
Una de las celebridades que más apoyó al movimiento antivacunas fue el actor Jim Carrey, que en aquellos momentos mantenía una relación sentimental con la actriz Jenny McCarthy, célebremente conocida por ser 'chica Playboy'. La modelo denunció en 2007 que su hijo Evan, de 5 años de edad, comenzó a padecer autismo tras haber sido vacunado de la triple vírica a los 15 meses.
McCarthy y Carrey se dedicaron a acudir a programas televisivos de gran audiencia -entre ellos el de la famosísima Oprah Winfrey, en aquellos momentos considerada como la periodista más influyente de los Estados Unidos- y a ofrecer entrevistas a todo tipo de medios de comunicación. Eso provocó que la campaña antivacunación obtuviera una enorme repercusión, ganando cada día más adeptos y aumentándose considerablemente el número de familias que decidían no vacunar a sus hijos. Como consecuencia, también aumentaron los casos de niños aquejados de enfermedades víricas, sobre todo el sarampión.
En 2008 la propia Jenny McCarthy declaró a la CNN que su hijo se había curado del autismo. De esto se enteró cuando un grupo de especialistas quisieron examinar al pequeño Evan y concluyeron que el niño no lo padecía, añadiendo que lo que realmente había ocurrido es que años atrás no había sido correctamente diagnosticado. Un dato que McCarthy obvió comentar en sus declaraciones.
Paralelamente al movimiento antivacunas muchos investigadores científicos han intentado dar a conocer los resultados de los cuantiosos estudios que descartaban cualquier tipo de vinculación directa entre las vacunas y el autismo, pero lamentablemente la repercusión de éstos era ínfima por culpa de la cada vez mayor implicación de celebridades que se prestaban a apoyar a los antivacunas.
Una de las investigaciones más eficientes a la hora de evidenciar el fraude fue la realizada en 2004 por el periodista británico Brian Deer, que puso al descubierto todo un entramado de negocios relacionados con el tema a modo de conflicto de intereses que beneficiaba directamente a Wakefield y sus socios. Todo ello con un gran número de datos y pruebas.
Diez de los investigadores que habían firmado el polémico estudio de 1998 se desvincularon por completo y exigieron que sus nombres desaparecieran del mismo. Lo mismo ocurrió con 'The Lancet'. En 2004, tras conocerse el informe de Brian Deer, declararon que jamás debían haber publicado el estudio de Wakefield, y procedieron a retirarlo definitivamente, sin dejar rastro del mismo, a partir de 2010.
Por su parte Andrew Wakefield recibió un fuerte varapalo cuando el Consejo Médico Británico decidió suspenderlo como facultativo y le retiró la licencia médica, de forma que desde 2010 se le prohibió ejercer su profesión en el Reino Unido.
En la actualidad Wakefield se dedica a ser uno de los más activos defensores del movimiento antivacunas, encontrando numerosos apoyos entre grupos de personas afines a las pseudociencias, terapias naturales e incluso aquellos que respaldan teorías conspiranoicas en las que aseguran que desde los estamentos del poder -económico, gubernamental, militar y religioso- se intenta envenenar y controlar a la población a través de las vacunas.
Lamentablemente los movimientos antivacunas cada vez obtienen más adeptos en todo el planeta y, a pesar de las campañas de concienciación realizadas advirtiendo que es una nefasta decisión no vacunar, muchos siguen siendo los rostros conocidos y televisivos que se unen a la cruzada contra la vacunación, haciendo un flaco favor al resto de la humanidad.
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