PUEDE VER CON EL OÍDO
Ecolocación: la historia del Batman canadiense
No es un superhéroe, pero Batman tampoco lo es. No tiene superpoderes, ni Batman tampoco. Simplemente ha desarrollado una especialización en uno de sus sentidos.
Publicidad
El hombre de la fotografía se llama Brian Borowski, un canadiense que, como su hermano, nació ciego por una condición genética. Pero él puede ver con el oído mediante ecolocación.
Quienes nacen ciegos no tienen memoria visual: no saben lo que es un color, un tono, el contraste... Basan su visión en la memoria que les proporcionan los otros sentidos, fundamentalmente el tacto y el oído, y asocian los colores a los que el resto ponemos nombre con una experiencia sensorial alternativa. Ellos no los necesitan.
Corría el año 1960. Brian y su hermano David estaban jugando al escondite en el jardín de su nueva granja al suroeste de Ontario mientras su padre colocaba unas estacas metálicas para delimitar bien el perímetro de la parcela donde podían jugar sin vigilancia. Brian se dio cuenta que el sonido metálico del martillo golpeando las estacas rebotaba muy bien en la fachada de la casa, excepto cuando su hermano se colocaba entre medias.
En ese momento comprendió que el oído era su instrumento más valioso. Aunque su hermano era capaz de ‘esconderse’ permaneciendo inmóvil y sin hacer ruido en medio del jardín, Brian podía localizarle escuchando el rebote del sonido del martillo en su cuerpo.
Todos podemos experimentar la ecolocación, pero los que tenemos la capacidad de ver obviamos sus señales.
La neuroplasticidad del cerebro permite el desarrollo de la habilidad con mucha práctica. Por ejemplo, cuando viajamos despacio en el coche con la ventana abierta por una calle estrecha podemos oír como el sonido del motor que nos entra por la ventana es muy variable, dependiendo de los huecos y obstáculos de las fachadas en las que va rebotando antes de entrar. Cuando este sonido disminuye considerablemente es que pasamos por la intersección de otras calles.
Pero Borowski es un maestro de la ecolocación. A sus 56 años (ya con más de 50 de práctica) ha desarrollado un método que le da una autonomía asombrosa. Su lengua produce un chasquido rítmico (hasta tres veces por segundo) al chocar con el paladar que le permite analizar el rebote del sonido con todos los objetos que le rodean. Para eso mueve la cabeza rápidamente justo después de chasquear para recoger los ecos. A mayor distancia más tiempo del eco de rebote, igual que hace el biosonar de un murciélago, delfines o de algunas ballenas. A la vez almacena rápidamente los estímulos devueltos para hacerse un mapa mental del entorno cercano. Es cuestión de práctica. Borowski y el también invidente Daniel Kish son los mejores maestros de la ecolocación de la actualidad.
En tan solo unos años Brian perfeccionó su método para poder incluso montar en bicicleta. Empezó a los 10 años con su hermano en la vía de acceso a la granja, ecolocalizando el buzón de la entrada, lo que le permitía tener una referencia espacial. Las hierbas que acotaban las cunetas les marcaban la dirección de la vía. El sonido de la grava en la goma en sus ruedas señalaba el límite del pavimento. Los coches eran el menor de los problemas: son fuentes de sonido claramente identificables en un entorno de silencio rural.
Pero no todo fue fácil. Los profesores le impedían chasquear la lengua. Pensaban que bastante tenían los ciegos con asumir sus diferencias como para potenciar comportamientos aún más diferentes. Pero él seguía perfeccionando su biosonar sin llamar la atención. Aprendió a utilizar otros sonidos para ecolocalizar. La suela de sus zapatos, el sonido de otros niños al hablar, chasquear los dedos...
Al principio Brian solo podía identificar vagamente el tamaño de los objetos de su entorno, pero con el tiempo lograría también delimitar sus formas. En un pequeño experimento hecho para el Instituto de Cerebro y Mente de la Universidad de Ontario para la que trabaja y colabora, el neurocientífico Mel Goodale realizó una especie de cubeta rectangular con papel de aluminio. Sin tocarla y mediante su ‘clic palatal’ pudo señalar su tamaño, la posición de sus bordes y su profundidad.
En otro experimento Mel Goodale introdujo a Brian en una Cámara anecoica, un lugar diseñado para imposibilitar cualquier reflexión de sonido. Una vez dentro Brian describió el sitio como si estuviera flotando en el espacio. Allí podía captar sin interferencias los rebotes del sonido en los objetos.
Hoy, a sus 56 años, dice que ha perdido oído, pero que utiliza el ruido de los golpes del bastón o unas monedas en el bolsillo como ayuda para su biosonar. Sigue dando pequeños paseos en bicicleta, durante los que se lleva una grabadora con la que graba la experiencia para después revivirla y poder repasar mentalmente los objetos con los que se ha cruzado. Es su forma de memorizar el escenario de sus recuerdos.
Aquí podéis ver un video de Brian en plena acción identificando la posición y tamaño de una barra de madera.
Publicidad