BACTERIAS PARA CREAR LETRAS
Esta tipografía vive (literalmente) en una placa de Petri
Ni lápices ni programas de ordenador: un diseñador israelí ha utilizado bacterias para crear unas letras de lo más original. Se ha valido de la biología para simular la evolución entre el alfabeto hebreo antiguo y su versión moderna.
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En un folio, las letras se plasman en forma de tinta. Cuando escribes en el ordenador, un programa dibuja los píxeles de los caracteres. En ninguno de los dos casos los miembros del abecedario van a moverse de su sitio ni a crecer por sí mismos hasta salirse de la hoja, ni tampoco tienes que alimentarlos.
No ocurre lo mismo cuando la tipografía está compuesta por microorganismos: esta es la materia prima que ha utilizado el diseñador israelí Ori Elisar para crear una tipografía viva, literalmente hablando.
En su proyecto ‘Living Language’, Elisar se ha valido de bacterias de la especie ‘Paenibacillus vortex’ para cultivar letras. El objetivo es recrear la evolución del alfabeto hebreo antiguo al moderno, pero con cambios reales.
A Elisar no le ha movido su curiosidad científica, sino más bien el gusto por la lingüística, una disciplina que ha cursado durante sus estudios en arte y comunicación. Aunque, al final, su experimento tiene bastante que ver con las tareas que un investigador realiza en el laboratorio.
Pero, ¿cómo se organiza a un equipo de microbios? ¿Acaso obedecen órdenes? El artista comenzó su experimento cultivando las bacterias en placas de Petri individuales, en las que dispuso agar como medio. Esta sustancia gelatinosa que se coloca en el fondo de los platos constituye tanto su hogar como el alimento que las mantiene vivas.
Dispuso estas primeras colonias con forma de letras hebreas del alfabeto antiguo (un carácter por placa) y, para simular la evolución, añadió una proteína hasta completar el contorno de las letras más modernas.
Después, introdujo los recipientes en un horno a unos 31°C, la temperatura idónea para que los microbios crezcan y se alimenten de la molécula, una golosina para ellos. Así, crecieron en la dirección correcta, avanzando hasta dibujar los bordes que le había marcado.
Antes de conseguir un resultado aceptable, Elisar tuvo que realizar varias pruebas. Ha llegado a cultivar nada más y nada menos que 400 placas para encontrar la manera de conseguir su propósito.
Algunas de los platos de las últimas hornadas –los que expone en su web− muestran unas letras completas, mientras que en otros las bacterias se han quedado a medio camino entre ambas formas (las de su versión antigua y la más reciente). El diseñador ha descubierto que el factor determinante es el tiempo: cuatro horas resultan suficientes para producir contornos difusos, pero hacen falta días para conseguir formas nítidas.
Elisar no ha sido el primero ni seguramente sea el último en utilizar la biología para crear tipografías. El diseñador Jelte van Abbema también hizo lo propio en su proyecto Simbiosis y -ahora sí- un científico de la Universidad de Warwick ha creado con bacterias las letras para desear una feliz navidad.
Lo que nadie ha conseguido de momento ha sido escribir un texto: la naturaleza es más difícil de controlar que un lápiz, una estilográfica o un teclado de ordenador.
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