NEXOS ENTRE SONIDO Y SABOR
Con estos auriculares la comida te sonará más apetitosa
Son diversas las influencias externas que determinan el sabor de las cosas que comemos, como el color de los alimentos, el olor que desprenden o incluso el sonido que emiten cuando los masticamos. Por esa razón, se puede alterar el sonido de la comida a fin de influir en nuestra percepción del mismo.
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La comida nos sabe diferente en función de sonido que emite, de igual forma que nos sabe diferente si es de un determinado color o desprende un determinado aroma. Por ejemplo, una patata chip nos parecerá más fresca y deliciosa en tanto en cuenta cruja más fuerte. Del mismo modo, el burbujeo de una copa de champán también crea expectativas sobre lo que sentiremos al tomar el primer sorbo.
Por esa razón se han se han creado cachivaches como Mouth Jockey, un dispositivo que capta los movimientos mandibulares del usuario y reproduce sonidos pregrabados mientras se está comiendo.
Diseñado por investigadores japoneses, el artilugio dispone de un sensor provisto de un fotorreflector y un micrófono que capturan los movimientos de la mandíbula. Así, al detectar el mordisco, transmite un sonido concreto a través de un altavoz de conducción ósea (es decir, a través de los huesos de la cabeza).
El dispositivo puede, por ejemplo, amplificar los crujidos de una ensalada fresca, pero también generar fantasías divertidas que convierten el acto de comer en un juego. Por ejemplo, al morder un osito de gominola, que escuchemos un alarido de dolor.
No es el único dispositivo que transforma nuestra experiencia sonora al comer: la app EverCrisp, por poner otro ejemplo, se descarga en el smartphone y se puede poner en marcha al comer patatas chips reblandecidas para devolverles el crujido de frescura.
Con mucho más estilo se creó Krug Shell, diseñado por la artista francesa Ionna Vautrin. Se trata de un aparato de escucha confeccionado en porcelana de Limoges del que se comercializó una edición limitada en el año 2014 cuya finalidad es amplificar el borboteo de las burbujas que estallan en la copa. De hecho, es tan 'chic' que si no se quiere situar en la parte superior de una copa de champán, que es para lo que se creó, puede funcionar como banda sonora para una velada romántica en un restaurante.
El sonido de la comida
El sonido resulta fundamental para disfrutar de un plato de comida. Muchas de las propiedades que encontramos apetecibles en un alimento, como que sea crujiente, gaseoso, cremoso o crocante, depende en gran parte del sonido. Como explica el experto Charles Spence, autor de un famoso estudio sobre cómo afecta al consumidor el crujido de las patatas Pringles (premio IgNobel en 2008), dado que no tenemos receptores táctiles en los dientes, cualquier sensación que tengamos al morder o masticar un alimento es mediada en gran medida por lo que sienten los receptores sensoriales situados en las mandíbulas y el resto de la boca.
Como él mismo escribe en su libro 'Gastrofísica', "los sonidos que oímos cuando un alimento se rompe o se aplasta entre los dientes suelen ofrecernos una sensación mucho más precisa de lo que sucede en nuestra boca. Por lo tanto, tiene sentido que nos basemos en este rico conjunto de señales auditivas para evaluar la textura de un alimento".
El estudio de Spence, realizado junto a Max Zampini, concluyó que el sólo hecho de aumentar los sonidos de alta frecuencia que oye una persona cuando muerde una Pringle podía hacer que pareciera un 15% más crujiente y más fresca que si se prescindía de dichos sonidos. Así de importante es el sonido en la gastronomía, y también en el marketing asociado a la misma.
Que no nos extrañe, pues, que dentro de poco todos nos enchufemos los auriculares del smartphone cuando vayamos a saborear un menú... Y eso sin llegar a excentricidades como las llevadas a cabo por el chef Massimo Bottura, que se hizo grabar en una cámara anecoica mientras preparaba una lasaña -el plato favorito de su infancia- para poder escucharse todas las veces que quisiera.
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