DECISIONES CASUALES ANTES DE REVOLUCIONAR LA INDUSTRIA
La historia detrás del CD: por qué le cabe lo que le cabe y mide lo que mide
El advenimiento del disco compacto supuso una revolución en la música. Sin embargo, muchos de los detalles de esta nueva tecnología afloraron, entre el azar y el capricho, de una reunión que tuvo lugar entre los directores ejecutivos e ingenieros de Philips y Sony. Allí se resolvieron cuestiones como el tamaño que iba a tener el CD o la duración de música que iba a albergar.
Publicidad
Era 27 de agosto de 1979 cuando tuvo lugar la reunión entre responsables de Philips y Sony que iba a cambiar la forma de escuchar música durante las próximas décadas. Aquella cita se celebró en la ciudad holandesa de Eindhoven y, entre otros asuntos, se abordó el tamaño que iba a tener el soporte que habría de sustituir al vinilo y al cassette. El diámetro del CD se fijaría finalmente en 11,5 centímetros simplemente porque 11,5 centímetros es lo que mide la diagonal de un cassette.
Y es que, para evitar la guerra que ya había tenido lugar entre formatos de vídeo (VHS y Betamax), Philips y Sony colaboraron de una forma particularmente estrecha en la creación del soporte. Reuniones como esa se fueron repitiendo, tanto en Eindhoven como en Tokio.
El problema al que se enfrentaban es que, a pesar del halo de romanticismo que ahora rodea al vinilo (y a todo lo retro en general), el LP de vinilo no había sufrido casi ningún cambio en un lapso de tres décadas y había que actualizarlo. Además, era una víctima continua de la suciedad y el polvo, y se rayaba y combaba con relativa facilidad. El mayor escollo, sin embargo, residía en la duración de un vinilo: uno no podía abandonarse a una sinfonía porque, mediada la interpretación, debía levantar la aguja, quitar la pelusa y dar la vuelta al disco.
Una actualización necesaria
Por esa razón, cuando los periodistas escucharon el primer CD, quedaron fascinados con muchos detalles que ahora nos parecen baladí, entre los que se encontraba, claro está, la duración. Era cierto que se perdía cierta calidez en la música, pero se compensaba con una espectacular precisión, limpieza y acceso directo a los temas.
Lo más llamativo fue para la mayoría el hecho simple de detener la música: a diferencia de lo que ocurría con el vinilo, al pulsar 'stop' el silencio era absoluto. No había de fondo el típico runrún del vinilo. Uno podía conectar y desconectar el sonido de forma instantánea y limpia. Y además podía controlar el tiempo, repitiendo el tema y volviendo hacia atrás con una facilidad pasmosa.
Los periodistas y los expertos tuvieron que admitir que no eran capaces de detectar diferencias entre la reproducción del CD y la de los másteres originales. En una de las primeras grabaciones que se escucharon, una colección completa de valses de Chopin, algunos afirmaron que "incluso se oía al asistente del pianista pasar las páginas de la partitura", como explica Simon Garfield en su libro 'Cronometrados'.
Pero antes del debut en sociedad, las reuniones tenían muchos aspectos que definir. Algo muy relevante en aquellas citas, además de resolver problemas de los saltos, los chasquidos y los rechazos por parte del aparato lector por culpa de las huellas dactilares, fue la fijación del tiempo máximo de información digital que podría albergar. Así, el tiempo de reproducción inicial se limitó a una hora, un lapso redondo que mejoraba considerablemente el del LP.
Con todo, antes de cerrar el acuerdo de fabricación en masa de los discos compactos, se celebraron algunas reuniones más. La última fue en Tokyo, ya en 1980. Entonces se solicitaron las patentes definitivas tras hablar con representantes de JCV, Pioneer, Hitachi y Matsushita, y el estándar de la música sufrió algunos pequeños ajustes.
Por ejemplo, la longitud del disco se amplió para pasar de los 11,5 a los 12 centímetros por deseo expreso de Norio Ohga, vicepresidente de Sony. ¿Por qué tenía el capricho de incluir medio centímetro extra? Porque así podían incluirse los suficientes minutos para grabar una interpretación de la Novena sinfonía de Beethoven, dirigida por Furtwängler en Bayreuth en 1951, de que Ohga era un fan absoluto. La Novena sinfonía duraba 74 minutos, y ése fue el tiempo máximo que podía albergar el CD.
Decisiones arbitrarias
El 1 de octubre 1982 Sony lanzó finalmente su primer lector de compact disc (modelo CDP-101). Lo bautizaron con el nombre de CDP-101 y se puso a la venta a un precio de 168.000 Yenes, 1.022 euros al cambio actual. Irónicamente, los primeros aparatos reproductores no eran capaces de reproducir más que 72 minutos, así que la Novena sinfonía tuvo que comercializarse inicialmente en dos discos. Eso sugiere que quizá la anécdota de Ohga tenga cierto halo de leyenda, y que en realidad la medida se ajustara porque los doce centímetros es lo que corresponde a la anchura de los bolsillos superiores de las camisas para hombres.
El tamaño del agujero central del CD también es producto del más puro capricho: se mostró una moneda de diez florines neerlandeses y se situó sobre la mesa. Todos acordaron que, en efecto, aquel era un buen tamaño.
De modo que, como un ovni llegado de otro planeta, aquel disco lo cambió todo, pero su diseño, características, duración, tamaño y otros factores, fueron fruto de cierto arbitrio por parte de sus creadores, así como de una pequeña dosis de azar. Y al principio, como toda nueva tecnología disruptiva, este nuevo formato alienígena suscitó recelos.
Pocos años después, 'Brothers in Arms' de Dire Straits se convertiría en el primer album del que se vendían un millón de copias en formato CD.
Toda la música, progresivamente, fue abducida por el disco compacto. Y tiempo después nacería el mp3 y aquel disco de reflejos psicodélicos se esfumaría casi sin dejar rastro. Pero eso, como podéis imaginar, ya es tema para otra historia.
Publicidad