LA ERA DE LAS MÁQUINAS EMPEZÓ CON ÉL
El hombre que inició la revolución industrial y lo cubrió todo de purpurina dorada
Este personaje lo empezó todo, a nivel industrial, gracias a una sencilla idea para volver más resistente el hierro: inyectarle aire. Paralelamente, también hizo fortuna mediante una fórmula secreta para fabricar “polvo de oro”, una purpurina a base de polvo de latón y pintura que decoró Inglaterra con un toque kitch.
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Hacia finales del siglo XIX, el acero con el que se construían las cosas no era tan resistente como el actual, lo que produjo terribles accidentes. Es el caso del desmoronamiento del puente más largo del mundo, el Tay Rail Bridge, debido a los vientos invernales que tuvieron lugar en Escocia el 28 de diciembre de 1879. Tampoco, por poner otro ejemplo, los cañones eran capaces de soportar el calibre de determinados disparos.
Eso siguió sucediendo hasta que un ingeniero británico llamado Henry Bessemer se presentó ante la Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia para anunciar que había logrado fabricar gran cantidad de acero mucho más resistente y de forma barata. Primero fue tildado de estafador, y nadie se fiaba de su método, así que Bessemer fundó su propia empresa, dando inicio a la era de las máquinas.
El método Bessemer
Pero ¿cómo lo había logrado Bessemer? Simplemente, inyectando aire en el hierro fundido, tal y como explica Mark Miodownik en su libro 'Cosas (y) materiales': "Al reaccionar con el carbono presente en el hierro, el oxígeno lo extraía del metal, formándose dióxido de carbono".
Con todo, llevar a cabo este método aparentemente simple tenía su arte, pues era difícil reducir el carbono hasta el porcentaje adecuado (aproximadamente el 1%); en caso contrario, el acero se volvía quebradizo. Gracias a la ayuda del metalúrgico británico Robert Forester Mushet, el método se simplificó extrayendo todo el carbono y, a continuación, añadiendo la cantidad requerida.
El método de fabricación era muy rápido, pues en 25 minutos convertía en acero 25 toneladas de hierro, si bien el calor intenso que desprendía era bastante insoportable para los obreros.
Con su empresa Henry Bessemer & Co Bessemer logró pingües beneficios gracias al llamado Proceso Bessemer, y además dio inicio a la era de las máquinas, con mayores ferrocarriles, rascacielos más altos, puentes más resistentes o buques mercantes de acero más voluminosos. De esta forma, la producción de acero en Inglaterra pasó de 60.000 toneladas en 1850 a 220.000 toneladas en 1870, y treinta años después había pasado a ser de 4.900.000 toneladas. Aproximadamente dos tercios de la producción de acero de EEUU era acero Bessemer.
Purpurina por doquier
Paralelamente, Bessemer también hizo fortuna mediante una fórmula secreta para fabricar “polvo de oro”, una purpurina a base de polvo de latón y pintura que invadió el mercado y tornó dorada y hortera media Inglaterra. Hasta ese momento, esta purpurina se fabricaba en Alemania a mano, así que su precio era muy elevado, como podía atestiguar su propia hermana, que lo adquiría a menudo debido a su afición a la pintura.
Con su método de fabricación de esta purpurina, el precio descendió tanto y la producción aumentó tanto que, en poco tiempo, marcos de cuadros, interiores de palacios e iglesias, figuras de madera o escayola, carruajes o barcos se vieron ornamentados por él. Como si participaran en una cabalgata.
Bessemer hizo mucho más: el perfeccionamiento de las prensas de azúcar de caña, un método para la fabricación de láminas continuas de cristal y hasta un nuevo tipo de proyectil, que al girar durante el vuelo, proporcionaba un alcance y una precisión muy superior a las de entonces. Por ello, en 1879 fue nombrado Sir y en 1898 falleció rodeado de una gran fama.
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